Debías irte así, sigilosa entre la arena, llevándote mis manos extendidas y mi silencio; se quebró algo con tu ida y dejó una grieta, allí coloqué un pie a cada lado y el espacio que se angosta hacia el centro de la tierra me instó a llorar hacia su abismo.
Estarás protegida por mis letras, supongo que seguiré siendo el que no pueda tocarte y el que te escriba; por el que sentirás algo parecido a la pena, el que hará el amor con la perseverancia, del que te enorgullecerás por razones malditas.
No me exacerba tener tus dedos entrelazados con mi calma ni la posesión de tus miedos; me crespa los sueños no saber si serás feliz, me inquieta no saber si en ese periplo que te abrazará podrás soñar, jugar y reír.
Pero así te irías, desangrando mis talones en lugar de los tuyos; golpeándome la cabeza para que de una vez entienda que mi tarea es la penitencia; sin siquiera verte ir, sin el derecho a mascullar que mi sudor es tuyo, sin hacer otra cosa que escribir de esta manera tu ausencia.
Juego ahora a olfatear entre mis cavilaciones, a presentir tu eco allá donde fuera. Voy cayendo ferozmente de una levitación perpleja, ahora que no estás y vomito desenfrenado sobre esa idea.
Pero no abandonaré ni tu foto ni mi quimera, regaré de proverbios y de canciones estas tardes pobladas y extensas para explicar que mi felicidad cicatriza con la memoria de tus palabrotas, que pude quererte de espaldas tal vez sin que lo entiendas; que acá estará mi telar blanquinegro describiendo esa partida que suena a aplauso, a reloj despertador, a tierra seca.
Por tu bien te advierto, que-seas-feliz; mi devoción lúdica no aceptará explicaciones si alguna vez sospecha tristeza. Elige bien tus pecados, coloca tu alma entre dos ramas para que le dé el sol; que aquí estarán tus escritos apestados con los fantasmas que dejaste entre mis dedos, contando las cosas que me llegarán desde el suelo, desde el fondo de aquella dogmática grieta.
Es un gran texto y describe pormenorizadamente el estado de ánimo de quien fue víctima de un abandono, más que de una despedida o un adiós en el que quien se va deja en claro que se va desgarrado pisando su propio sentimiento y destruyéndolo. Hay amores que nos abandonan y dejan en nosotros la sensación, el sentimiento del absurdo, de la terquedad sin sentido que suele ser la vida. Muy buen texto, lo recomiendo.
ResponderEliminarAmílcar, muchas gracias por tu devolución. De verdad que tu cálido comentario me ha alegrado mucho...
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