Estaba recién aprendiendo,
tembló mi boca abierta repleta de frases perdidas; se escaparon los
huesos de mis brazos contra mi voluntad o contra su fisionomía.
Tu imagen se manchaba en un futuro
inundado o se marchaba en un futuro inmundo, que es casi lo mismo,
son casi las mismas letras. Poco a poco se achicaba tu espalda como
el punto que agoniza al apagarse los televisores viejos. Cruzabas con
cuidado para no pisar mi desgracia mientras todos mis brazos se
indigestaban en silencio, mientras toda mi boca permanecía quieta.
Al ser recién te escribo un
cuento:
Mi cariño va a crecer ahora sin vos en busca de curiosos brillos, se trenzará un día con alguna mirada
que hoy sufre por su pérdida, y si sos capaz de visualizar cómo dos
pares de ojos podrían abrazarse, te invito a que sientas entre tus
dudas el arrepentimiento o el latigazo.
Me acurruco atrás del mundo, juego a
las escondidas con tu partida para admitirte que ese cariño
tropezará varias veces mientras se “hace grande”, porque guardó
con picardía el don del aprendizaje en el bolsillo izquierdo de tu
camperita de hilo.
En cierta parte del camino llegará
otra discusión con mis soledades, en esas tercas peleas en que
ninguno queda conforme.
También te cuento que medito sobre el
día en que las pequeñas nostalgias se habrán de refugiar en el
regazo del viejo amor (ese que un día fue cariño), para que éste
les cuente tu historia con una voz mitad ronca mitad pasada por agua: La simetría de tus dientes, la indecisión de tu acento eslavo, la
monárquica sinceridad de tus rubios, farfullando por último esas
palabras que creyó haber sepultado en lo más alto de su paladar
(por fin deshinchado). Entonces las nostalgitas acariciarán
la rodilla del abuelo con esas manitos carnosas de pena, acompañadas
con la sinceridad didáctica de los que “van dejando de ser
chicos”.
Mi realidad le pega un grito al tiempo,
al parecer no le gusta mi último párrafo ni toda esta tontera de
“recienes”. No, fue el tiempo quien gritó, que hoy
-estirando fuertemente ésto último- es recién, y recién
es tu nariz ruborizada, es olor a madera, a dulce, humo tibio,
capricho atolondrado, carne cruda. Recién es aprehensión en
cápsulas efervescentes.
Yo voy tratando de entenderlos pero mi
cabeza llega tarde, y cuando habla uno yo miro al otro, soy como un
hipnotizado idiota aunque bien despierto.
La realidad sale en defensa de Mi
realidad y la abraza, apretando con confianza su hombro; lo trata al
tiempo de invento, de dictador, de piedra pomez, de Contador
Público Nacional. “Terrorista culposo” concluyen al unísono.
Yo suspiro y me desperezo en una
sillita de jardín, armo un cigarrillo y acaricio a uno de los perros
que se ha asustado con tanto grito; pienso que en su linaje quizás
hubo Labradores, y no tan lejos. Lo siseo con mi mano por toda la
espalda, de ida y de vuelta, palmo la cabecita, de vuelta y de ida.
Mi cuello reflexiona en la mitad del
cigarrillo que las realidades y el tiempo me han abandonado, como suele
sucederme en ésta y en otras “mitades”. La mano mecánica ha
llevado a Tristán a soñar conmigo, con su otro dueño o con alguna
irracionalidad en la que ahora yo divago junto a una sonrisa, ésta
extingue la brasa e hilvana a los perros, con la noción, con la
realidad y finalmente con el tiempo. Detrás de mis cavilaciones
aplaude una pregunta de Doña Claudia, la cual no sé bien por qué trae atado un camioncito rojo de juguete rebotando contra mis sueños.
Recién -me doy vuelta buscándola entre la lluvia- hace un
ratito...
se lo dedicaria al amor perdido cuando lo sepa cual fue, y capaz todavia tengo que encontrarlo
ResponderEliminarCapaz pasamos toda la vida, mejor se lo dedicamos a los que todavía no perdimos jeje
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