Qué distinto fue estamparme entero contra
esa pared tan indeterminada. Ya que cuando la erosión oscila entre
lacerar y cicatrizar el juego es más justo, no atraganta.
Acá sin embargo tuve náuseas, tan
literales como escribir letra, como la palabra “literal”;
el tubo arrugado de una aspiradora se acomodó justo en el medio de
mi cuerpo ejerciendo una ligera presión, amontonando mis órganos
como el grandote que abusa del petisito de zapatos ortopédicos,
llevándose luego cada partícula de mi calma a su contenedor de tela
sucia, de esos grises que eran blancos o esos negros que fureon
grises.
Apagué la luz y sentí el ruido que
hizo la oscuridad al caer del techo para darme varios miedos, esos que
se muestran infinitos, que te prometen que estás sólo y que te obligan a
fruncir los ojos con los hombros.
La almohada no podía quedarse quieta,
tu nombre ya era otro y sonaba como una calle de Suecia. Un odio nuevo
aún anhelaba quererte mientras las sábanas me empollaban al spiedo,
parece ahora ayer y ayer parecía un juego.
Llevaba sólo media hora “de golpe”,
media hora entera.
Prendí la luz y el silencio era el
mismo, pero al menos los colores de la habitación tironearon a la
soledad desde mis vísceras dejándola expuesta, de cara a mi
frente, evidenciando el espejo con sus manchas.
Ya con un cigarrillo agridulce,
ungüento de mocos y lágrimas agotadas, vislumbré no querer
colgarme de una soga, marrón claro, bien trenzada; pero que de
haberlo querido ésta de seguro se habría cortado en el medio,
quebrando mis piernas para orear a los huesos de tus recuerdos sin
que las arrugas del dolor consiguieran repeler tu foto.
El sueño me tomó desprevenido, con
las piernas imposibles apoyado en el respaldar de la cama, la boca
abierta hacia atrás o hacia afuera; así los calambres y
adormecimientos se fueron gestando hasta clarear la mañana.
Despierto todo podrido para poner fin a
esta milonga, tu nombre es casi un monstruo y el odio afinó sus
cuerdas. “De golpe”, me repito ante un calor que jadea, “de
golpe es mejor que en cámara lenta”.
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