Esta prosa es un desliz, expuesta
porque todavía hay respeto, así sea inservible, sin
sustantivos que me apañen, sin destellos que contemplar, sin tierra
firme ni poema.
Tiro memorias al vacío, me asomo al
pozo para verlas hundirse en el agua, huele a repercusión de
víctimas fatales, a llamadas anónimas, a orfanato sin puertas.
Iba a contar hoy la historia de una
mujer dormida en un restaurante poco elegante. Y lo primero que
puedo describir es el banco en el que ella se acuesta, madera
pintada de gris pesado; banco gendarme atestado de ángulos rectos, tan incómodos como estas letras. Pero así y todo la mujer no
despierta.
Cada letra de estos versos me asegura
que estoy sediento, así como en conjunto me convencen para narrar de
qué se trata esa sed y esta historia; me obligan a poner Idiota, a
usar el verbo poner y a esa mayúscula siniestra. Ojalá fuese agua,
ojalá fuese un narcisismo ingenuo, ojalá fuesen anhelos.
Esta prosa está al revés, respiro a
la mitad con la boca toda tapada, con la nariz tirando el aire.
Estas rimas ridículas sin un común sentido; con balbuceos torpes,
como queriendo despertar a la chica por suponer que está incómoda más allá de la satisfacción que exhibe su expresión de seda.
Barro el polvo de las palabras más
bonitas, agito el escobillón despeluchado con movimientos bruscos más arriba de mi cabeza; el sol medio caído deja ver como se
engloban en una redondeada nube y a través de la luz se reflejan.
Por una inercia desnaturalizada toso y salen así las más feas,
esta prosa es asexual y ambidiestra.
“Escribo porque es inevitable” y estas comillas me quedan tan grandes como la infancia, como el
tiempo, ese que me recuerda que seguiré partiendo cada mañana. La
tragedia sigue siendo mordaz, ese abanico con terminaciones en oro
que poco sabe sobre mover el aire, esa misma tragedia es casi
transparente, quizás después se haga invisible y se pierda
peligrosamente en el aire.
Dejo estas letras acá tiradas consciente de que parecen un pegote, quién sabe si el blanco no
hubiese explicado lo mismo titilando con elocuencia, siendo con
redundancia más claro, más carne. Abandono esta prosa cíclica, lo
cual es peor que si fuese simplemente interminable.
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