Estabas a mi lado, marchando con
esos pasos quietos que he observado desde que era casi un niño.
Palmé tu espalda a la vera del viento
y un denso amor me achicó la sombra. Allí, entre un silencio
extraviado mis dedos gritaron aquellas cosas que mi boca hubo dejado
en penitencia.
Y ese amor pudo volverse oscuro pero
no sucumbió en la tristeza, ya que la falta de luz fue sólo densidad,
fue deambular entre una plenitud tan frondosa que me privó de ver
hacia dónde nos quería llevar el día.
Traigo el cielo a escena, el cual nos
acompañaba confundido por la indecisión de las nubes. Vos hacías
cuentas: Cuatro calores y seis humedades, una distancia y nueve
espacios; yo le siseaba palabras calmas a mi respiración, que desesperada por haberte extrañado casi toda la vida quería agarrar
al tiempo de los pelos mientras hundía sus uñas en la mañana para
que se quede quieta.
Pero desde afuera yo pretendía ser el
guardián de una ficción donde paseáramos irreales, reviviendo
sólo ante la necesidad que generase alguna bocina.
Cada cuadra eran dos minutos infranqueables, un espectro lascivo me susurraba los segundos con una
humedad tibia mientras vos tarareabas una canción que algún día
te traerá hasta el vaivén de una hamaca.
Me prometo lacerar los relojes, antes
de que sea ayer nos veremos de nuevo.
La inminencia acecha, ese punto oxidado
que arde justo en el medio de la columna vertebral, la sensibilidad
es maravillosa pero un tanto esquizofrénica. Qué pura está la
imagen de verte aparecer, así como la fotografía sensorial de tu
partida, la cual olvidó la cita y apareció varios días antes de
que hubieras llegado.
Llegamos a tu hotel, la noche decidió
aparecer súbita luego de tres cuadras. A mi no me importa la
imposibilidad cronológica, bien podrían haber tres estrellas o
catorce lunas hexagonales oscilando como un yo-yo de plata. Te digo
que nos vemos mañana aplastando al costado de la frase algún
chiste sobre el clima, seguido me doy vuelta y encuentro nuestros
pasos todos rotos, lejos del lugar donde los habíamos dejado.
El mundo que me lleva hacia mi
habitación está ensanchado, como un globo que está por explotar de
tanta agua.
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