viernes, 23 de noviembre de 2012

Desenfreno


Lo que debería haber dicho quedó otra vez detrás de mis ojos, deambulé por un nuevo laberinto cilíndrico y resbaloso. Anhelaba esta vez destrabar esa verdad que existió siempre, ese abrazo crónico con el que sueño en reiteradas noches, mitigar ese precario temor a que la vida te haga tropezar ante una silla escondida en su sombra. Fue el amor zurdo que con frecuencia me confunde el que hoy también acompañó a esas siete lágrimas en mi soledad deshecha.

Y ahora, con tantas palabras serpenteando entre mi vientre como larvas de metal fundido, intento escribir bajo el sinsentido de mis muelas.

Me repito con cierto cansancio la enorme necesidad que traen consigo estas letras, me entiendo como un moscardón debilitado en torno a una luz muy blanca girando porque la opción es sólo esa.

El cariño es tan vasto que me desafío una vez más a que lo sepas, pintando con una caricia este escrito que me promete pinceladas vehementes. Porque tanto amor no nos entra.

Desespero por cicatrizar lo que me cuesta decir, con ese aliento que crepita y que se avergüenza, pero que de abrirse camino entre esos pulmones que conspiran, entorpecen y secan, dirían que te extraño incluso de otra manera: Invasiva, usurpando el lugar de mi ansiedad, de mi introspección y de mis tristezas. Lo escribo y me siento tan blando que la vista se hace niebla, se escapan al fin esas palomas opacas y cansinas mientras ya sufro por lo mucho que me costará repetir sin teclas, algún día, lo que acá hace eco con tanta fuerza.

No pude decir lo mucho que preciso tu figura tras algún vidrio, desde donde nuestras manos se exasperen porque la distancia ya es visual; no pude porque una parálisis decidió que parezca reincidente antes de que suceda.

Me clavaba el destino una aguja en el ceño cuando aseverabas que me querías “un poco más que antes”, y yo que desviado hacia el alma juraba que no se puede, que desde una especie de cima observaba que no hay más que un cielo que se sabe nuestro y que por estar tan cerca transparenta un murmullo: “De quererse más tendrían que empezar de nuevo”.

Y no quiero escribirlo pero esta tinta me confunde y me asegura que permanecerá en silencio, lo creo sin inocencia, voy así letra tras letra: Me da miedo pensar en no encontrarte, en que un día no estés seduciendo mi cabeza ¡Cuánto me aterra este río con sus piedras! Y mis lágrimas escriben y embarran cada ene y cada zeta. Y escribo mal, lo único de lo que creo ser capaz me abandona y pone Te Quiero enardecido. Luego, con la peor idiotez del poeta, imagino lo orgulloso que voy a sentirme de tu existencia la vida entera, en cómo voy a hablar de cada recuerdo con quien sea que me acompañe en un tarde azulada naranja o violeta. Y no hay dudas de que deberé luchar, ya que esos recuerdos querrán sentarse en un sillón a morir en pos de unos nuevos con colores vivos y desoxidados. Pero estaré ahí para acordarme de un día como hoy, donde tu voz es tan ligera y fresca, con el sentir de mi ternura primitiva haciéndose cargo de esos recuerdos para que jamás se duerman.

La tranquilidad sale hecha antimateria, me figuro tu rostro leyendo lo escrito y pido permiso a esta sangre negra, describo otra vez el afecto inmenso, cubierto de pecas: Mi peor poesía escribe hoy lo mucho que te quiere, lo que teme, lo tanto que guarda, lo poco que espera; concluye haciéndose espacio entre lugares comunes, ignorando cualidades o conjugaciones tuertas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario