viernes, 23 de noviembre de 2012

Mel Gibson gritando tu nombre


Necesito un aviso ridículo e irracional: Tu nombre tatuado en la espalda de un fisicoculturista desnudo en medio de la nieve; anunciado tres veces en un programa de radio vespertino, de manera consecutiva, a los gritos. Después que digan el mío y otra vez el tuyo, treinta y seis veces más.

Una casualidad absurda, inenarrable; una foto tuya abrazada a un payaso, estampada en la remera de un niño que casi me atropella en su bicicleta; o que una abuela siniestra incrustada en una vereda siestera me diga “Ve a buscarla! ¡Ve por ella!”.

Casi que parezca de un mundo erróneo, fingido; percibir ecos fantasmagóricos a las dos de la mañana que en lugar de asustarme me cuestionen tu presencia; que las cuatro hijas de mi jefe hubieran querido llamarse como vos, que me lo diga la más chica de ellas una mañana mientras tu apellido es cargado por un cliente que viene por la devolución de una billetera.

Hasta que genere risas, escalofríos; una esquina que me ordene atarme los cordones y que en las dos calles que la integran aparezca cada una de tus letras ¡Y que no me sorprenda! Que sea a conciencia. Que una mujer llegue buscando su Caniche Toy extraviado, que solloce su nombre con las manos megafoneando y que ese alarido sea “tespera” o “tetera”, y yo escuche “te espera” o lo que sea.

U otra vez tu nombre en una nueva marca de ropa íntima que modela una noruega con el slogan “Porque quieres ir por ella”; y que eso me deje en pausa observando el cartel con una sonrisa idiotizada, que un actor famoso se acerque y me diga “¡Atrévete!” guiñando su ojo mientras impacta su codo en mi brazo.

Un milagro borracho, soez; que se promocione la ciudad en la que te encuentras durante toda la costanera, cada trescientos metros, cada cincuenta, cada diez, con carteles alumbrados, señalados, imposibles; que me suene el teléfono en medio de esa carretera teledirigida, que me llamen “cobarde”y luego me corten, que después me escriban el mismo agravio en un mensaje; que me pare la policía por el uso indebido del aparato y un oficial de barba frondosa me pregunte si voy al fin a buscarte.

Una intervención metafísica del planeta, con un dios sorprendido y a los aplausos; tu demoníaco nombre de nuevo escrito en un panfleto de Super Vea acarreado por una paloma moribunda.

O una señal coherente que le diga a mi sarcasmo que no te llevó mi desgracia, mi cobardía; publicar este escrito en el diario para que lo encuentres al lado del aviso de la noruega, de mi propio aviso fúnebre, de un nuevo detergente o de una noticia cualquiera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario