Mire a la hora que
pretendo escribirle Don Julio... Ya me he desacostumbrado a
pernoctar, no sé bien si por la razón o por el tiempo. O quizás
porque entre tantas cosas que nos imponemos para poder vivir un poco
más (y quien le dice también mejor) yo incluyo procurar dormirme
temprano.
Hoy pensaba en las veces
que miento cuando escribo, y no me refiero a la ficción sino a la
poesía. Epa, ¿no?, ya se ve venir un texto autocompasivo de nuevo.
Sí y no. O sí. Sí y sí.
Pero es que mi soledad ha
soñado siempre con utopías, no le voy a mentir (esta no es la
primer mentira, no hay sarcasmo). Musas viscerales que aparecen y
desaparecen entre los milagros cotidianos, búsquedas implacables en
terrenos desconocidos (no sé qué he querido decir con
“implacables”, creo que se me escapó un lugar común y para no
borrarlo con una simple tecla, hago de cuenta que esta carta se
escribe con tinta). Bueno, haga ahora usted de cuenta que el
paréntesis sigue porque no puedo dejar pasar ese adjetivo mal
vestido, tal vez porque combina un poco con el relato. Me explico:
Primero que nada reemplazo el “implacables” por “inservibles”,
luego retomo el facilismo de solventar con una tecla un error
olvidable, porque aunque no he parado de mentir en esas poesías
amorosas desangradas, al menos eran mentiras que podía llegar a
creerme. Ahora ya no Don Julio, me siento de juguete, envuelto en
papel film (un rollo de plástico adherente de 70 metros para guardar
los alimentos en un plato sin necesidad de taparlo. Descartable. Y
sí, contamina un huevo.). En resumen, no me creo mis mentiras.
Nunca me llevé a pecho
mis amores, un porcentaje elevado no existió ni siquiera para mí, a
pesar del engaño adolescente o ya un tanto crecidito. Y el otro
porcentaje se me cayó bajando por algunas escaleras, se me perdió o
lo pisé. No sé. Pero me fui alimentando de fantasías, más lindas
todas... No me importa que cara a cara esas cosas no existan, o no me
importaba. Pero ahora cambió todo, ¿me entiende?, hay tanta
información para tapar la tristeza o la alegría, para hacer
metamorfosis y hacerla momento fugaz que ¿a quién le importa? ¿y
por cuánto tiempo?. Todos registrados, resueltos a encontrarnos sin
mucho esfuerzo abriendo una pestaña del Mozilla o regateando un Me
Gusta (redes sociales Don Julio, le juro que podría explicárselo
sin inconvenientes, pero me da vergüenza sólo plantearlo en mi
cerebro. De hecho no encuentro literaria ni una de las palabras
actuales. Ni una. Lea nomás ese “Me Gusta”. Y es tremendo porque
hay cosas que contar con nuestro nuevo lenguaje, pero claro, yo paso.
Como en tantas cosas yo paso).
Ya me está jodiendo el
hecho de que se me haga tarde, ¿desde cuándo escribo con esas
preocupaciones? ¿Serán los 40? ¿Le estarán saliendo los dientes
de leche?
A ver si puedo ordenar
esta carta un poco. Me trajo de las orejas saber que si me quedo solo
vaya y pase (si pasa esta vez traiga la mano abierta para darme una
bofetada). La verdad que no me imagino siendo parte de una pareja (ni
siquiera una de esas que he recreado a duras penas en esas prosas de
las que le hablo), no creo en la monogamia, no creo en la fidelidad
(en el matrimonio sí, casi tanto como en el sarcasmo). Creo que he
dejado de soñar en ese amor para empezar a creer en otros que creo
profesar con cierto éxito, pero lo que más bronca me da es que a
pesar de no creer en ello me gusta la idea de reflexionar sin
esperanzas, y casi que voy, corrijo y cambio Gusta por Gustaba. Pero
ya ve que no lo hice.
Todo va rapídisimo
ahora, no se da una idea. Nuestra capacidad de concentración está
en jaque, nos queda un peón daltónico frente a dos alfiles y la
reina (no sé jugar al ajedrez, espero que la metáfora sea válida),
quizás soy un narcisista y las cosas no están tan mal a fin de
cuentas, pero siento que todo está repleto de fragmentos o
secciones, todas para ser vistas, leídas o interpretadas lo más
rápido posible y sin necesidad de análisis. Y también los sueños,
y las musas y los miedos.
Quiero escribir una prosa
poética hace meses, esa es la cuestión. Quiero creerme mi historia
mientras la escribo, quiero distancia y anhelo, personajes ataviados
en viajes silenciosos, que no están por buscarse Don Julio. Que
están por encontrarse. Pero no puedo o no pude, y le dejo una carta
más para hacerle cosquillas, un saludito, un Parisien o un tubito de
mostaza alemana.
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