domingo, 17 de noviembre de 2019

Don Rogelio


Creí que mi incursión en la Davis iba a ser un “nunca más”. Estaba convencido cuando dejaba el Arena Zagreb que se habían acabado los fanatismos deportivos en mi vida. Me dije basta entre los cientos de argentinos enardecidos en las puertas del complejo, alentando a un equipo que ya estaba en los camarines mandando mensajes a sus seres queridos por whatsapp.

Pero me parece injusto con usted Don Rogelio, porque a usted lo seguí durante años, y porque muchas de mis actitudes más ridcúlas son suyas. Levantarme a la hora del ñoqui para verlo jugar un partido de segunda ronda en Australia con algún top 200 que rogaba arañarle un set. Ir a pedir a un bar irlandés si acaso el canal 96 era posible, consumir sin necesidad una sidra con gusto a frutos rojos para verlo en Indian Wells. Pagué yo, claro. ¿Usted por qué va a pagar?. Pero espere, que además de ser un chiste ese es el final de mi tesis... No se enoje todavía y siganme un rato. La cosa es que tampoco gasté grandes sumas de dinero con traslados u hoteles, no hubo entradas de precios absurdos ni camisetas con su famosa RF. Mis desvaríos, y sobre todo la sorpresa que me sigue dando haberlos vivido, puede llevarse a un costo alto a nivel emocional. Pero así y todo considero el total de sentimientos invertidos una suma carísima. Miles de horas de nervios, alegría (hasta este tipo de sentimiento, si se quiere positivo, me parece entrar en el debe), coraje, bronca, plenitud, pena, vacío. Sentimientos que además de unilaterales, ahora encuentro incongruentes.

Así fue que llegué a Zagreb para celebrar por última vez. Ni mundiales de fútbol, ni Grand Slams, ni Olimpíadas. Nada a nivel nacional antes de la Davis. Entonces tenía que ver un evento de los que considero más pasionales en vivo. ¿Por qué?. Supongo que mejor contar primero sobre los atisbos que ya me habían dado las únicas dos situaciones (no tan pasionales) que pude ver tiempo atrás.

Rafa Nadal jugando en Barcelona contra Montañés (a él lo admiro, pero como en el River- Boca yo iba por River, acá voy por usted). Y como nunca antes había vivido en una ciudad en que se juegue un torneo importante, y me veía por primera vez con esa oportunidad, pude detectarme entre tantos fans gritando cerca mío (fila de 20 euros, asiento 34509), una señora que empalmaba el alarido de “vamos Rafa tú pueeeedes” en un punto de break en contra; otra con la camiseta con la foto de Rafa mordiendo aquel trofeo de París, señora que pagó la impresión y la camiseta blanca, que buscó la foto en internet googleando rafa-campeón-roland-garros (aunque hubiese bastado con Rafa). Y elegir alguna foto de algún Roland Garros por la que Rafa recibió el equivalente de todas las camisetas y todas la impresiones de todo Badajoz. Y las veía sufrir por cada pelota, apretar el puño, y gritarle a Rafa como si esa voz pudiese llegarle a algún lugar del alma, sitio donde imaginaba pocas vacantes pero quizás alguna, que ese “vamos Rafa” lo haga decirse, “ey, entre todos los gritos ese uno me conmueve. Hoy debo ganar por ella”.

El otro fue el Challenger de Iquique, en Chile. Llegamos para quedarnos unos días luego de un recorrido eterno en coche que acababa ahí antes de pegar la vuelta. Justo jugaba Gaudio, pedazo de sorpresa, yo ya le digo, fanatismos sí pero nunca con traslados, hoteles, y esas cosas. En fin, Gaudio era otro de los tipos por lo que sufrí en esta vida, era un verdadero fan y no le cuento la que armé cuando ganó en París... Y el azar va y me lo pone en un torneito al que incluso pude entrar con unas invitaciones. Claro, esto fue antes de Barcelona. Y ahora que en medio de este relato reflexiono y recuerdo... quizás debería haber empezado por acá, porque ahí sin dudas yo fui la señora, que sin camiseta ni foto de Roland Garros gritaba “vamos Gastón” para intentar llegarle al alma. Necesitaba que sepa que yo existía, una retribución por mi devota locura (una verdadera idiotez). Me acuerdo que se lesionó creo que contra Brezicki en cuartos o en semis. Y me dio una pena casi insoportable. “No lo puedo creer, con todo el esfuerzo que está haciendo por volver al circuito, y lo bien que viene jugando...”. Y me dije pobre Gato. Pero él no se dijo pobre flaco cuando yo me preguntaba por qué carajo vendía vaporizadores en el Norte de mi país.

Claro que no lo vi así en aquel entonces, quizás una carcoma cerebral inconsciente empezó a engullir pasión para cagar sensatez muy de a poquito, mientras de manera pasional yo seguía armando unos mates a las 7 de la mañana para pasarme todo el día viendo Wimbledon, donde llovería casi la mitad del tiempo, sin eso ser motivo de ir al parque a tomar aquellos mates, que total ahí en España es verano en esa época. Y en su vuelta al hotel usted no supo que yo por las dudas me quedé en casa, aunque al final no pudo salir a la cancha hasta el otro día... Una macana.

Seguí así con las pasiones hasta ese torneo de Rafa en Barcelona, pero creo que de cierta manera mis pasiones siempre fueron descendentes, con altibajos y cosas como Djokovic robándole demasiadas finales, o Alemania 2006 en fútbol, pero tengo pocas dudas si esas pasiones disfrazaban otras situaciones, ya le explicaré enseguida. La cosa es que así hasta la Davis, donde incluso lloré como un marrano cuando Delbonis se comió 2 metros y 11 centímetros de Karlovic con patatas. Quizás por televisión no terminaba de asumir la distancia entre fan y jugador, fan y equipo, y en esa intimidad de casa podía desesperar por una victoria. No sé bien. Sólo sé que en cada ida a presenciar un evento me fue arrebatado un porcentaje de pasión hasta ese domingo en Zagreb.

Entonces sí, ya estaba listo, tenía un resto de emociones que había que soltar.

Fui porque de paso conocer un país, con unas mujeres que para qué le cuento; y salir de la isla en que vivo por un tiempito, porque vivir en islas no sé si está tan bueno que hay que salir o si un disparate por el estilo; pasar por Barcelona y comprar unas cosas que hacían falta para el trabajo... Sí, lo pagué yo. Obvio que no pido que lo haya pagado Del Potro, quiero decir que lo pagué también por otros motivos. Ya desde el día cero en el coche que conducía Vladimir, el croata super divertido que nos alquilaba la casa, empecé a abrir el grifo de mis pasiones. Iba a dejar todo en ese fin de semana, no importaba gritarle a los jugadores para que me escuchen, importaba soltar toda la emoción por mí. Ese momento tenía que sentirme feliz por la droga que quería dejar para siempre. Pensaba en ganar o perder y expulsar la pasión correspondiente. Claro que mejor cuando ganamos, pero yo fui por mi despedida, no por la gloria nacional en sí. Mediante los gritos alevosos y los cánticos, se mezclaba la voz de la dicha con los gritos de auxilio de mis problemas personales, de mi salud y los 40, de mi laburo y de su incertidumbre. Después claro, entre la locura ya gritaba “vamos Juaaaaaaaaan”, “vamos Fedeeeeeee, vos podés, estás loco lo que estás jugandoooooo”, porque con un culo bárbaro y la picardía de mis compañeros de viaje terminamos encanutados en la fila 4. Es más, salgo en Youtube bailando como un descerebrado cuando Delpo descosió esa gran Willy que empezó a dar vuelta la serie, porque admito que la droga se apoderó de mí, la dejé y caí en las cosas que no quiero más en mi vida, el ahogo absoluto de cosas que a decir verdad no deben repercutir tanto en mis vaivenes. Lloré con el himno, ni hablar cuando ganamos, todos abrazados descompuestos de la alegría. “Ganamos, al fin la ganamos”, decían muchos. Y el equipo se acercó, ojo, señalaban a la muchedumbre albiceleste uniforme, como un revuelto de huevos y cebolla, donde se ve puro huevo y la cebolla hay que adivindarla. “Es para ustedes”, señalizaban. O sea, dedo índice hacia la copa, dedo índice hacia todos nosotros. Pero me gustó igual, sentí mi inocencia como cariñosa, reflexiva. Entendí a la perfeccion que tenía que irme cuando todo el cuerpo técnico y jugadores se encaminaban al túnel con las réplicas de la ensaladera entre sus manos. Pero no se movía nadie y se saltaba como hacía cuarenta minutos. Yo ya creía, o me atrevo a decir sabía que los gritos (por ellos o por mí, daba a esa altura lo mismo), el llanto, las noches de extenuante placer eléctrico al llegar por fin hasta la almohada, las dudas por presenciar una calidad de tenis de alto vuelo en directo (por la tele lo disfrutaba casi que más, qué quiere que le diga), la desesperación, el estomágo cerrado en cada break point, la Gran Willy... Todo se había terminado. Y no solo en esa serie final de Copa Davis. A descansar que si llegábamos tarde no encontrábamos ni jota para cenar. Pizza, al final sí que se hizo un poco tarde. Pagamos con la tarjeta de uno de los pibes porque se nos habían acabado las kunas. Et c'est fini.

No sé si puede interesarle que le cuente sobre los mundiales, o la época en que River me hacía no querer ir a la escuela por las gastadas. O las apuestas de una Coca Cola de 2 lts. por ese River y un Racing peligroso. Usted es tenista y yo estoy acá para decirle por qué no creo que la Davis fuese ese “nunca más”, que al final me parece que me despido viéndolo jugar porque lo considero más coherente. Pero le resumo sobre todo por los mundiales y en especial por un detalle de 2006, porque mi pasión por el fútbol argentino se acabó pronto con las corporaciones de las copas (Nissan Sudamericana, Toyota Libertadores, etc.), así sólo me quedó el tenis y los mundiales. Ustedes porque siempre los vi como incorruptibles a nivel deportivo (o casi, no me interesa hablar de las apuestas), los mundiales básicamente por la representación nacional que tocaba mis fibras. Así concluyo en la evolución de mis copas mundiales vividas, ya que el dolor por la eliminación hace un cambalache singular:

Italia 90, con 8 años y una vida por delante supuse la final perdida por ese penal puto como la peor de las tragedias. Luego entre Estados Unidos, el dóping del Diego, Bielsa, cuartos, octavos, los penales contra Alemania como una de las últimas grandes tristezas que recuerdo (pero a este punto ya vuelvo), ganarle a Inglaterra, el cabezazo de Ortega, y muchas cosas más, llego así otra final, esta vez en Brasil. Y otra con Alemania. Y otra perdida. Pero apagar el tele y listo. Sinceramente no sentí tristeza.

¿Por qué me acuerdo de ese momento Alemania/penales? Porque aunque ya había involucionado mi pasión futbolera, yo no estaba en un buen momento, entonces perder y tener que ir al restaurante a hacer pan como un esclavo era la muerte, con esa profesión que con el tiempo puede dejar para ser más libre, llorando como un tarado mientras el petiso (el cheff) me preguntaba si lloraba así por Argentina y yo le decía que sí. Yo lloraba por todo. Pero no tenía que llorar por el papelito que tenía Neuer entre los guantes, tenía que llorar porque el petiso no tenía la culpa, ni mi familia, ni siquiera yo. Tenía que al menos saber por qué lloraba. Tenía que saber que de haber ganado la alegría no iba a darme ninguna respueta. Como ahora sé que esa otra alegría por haber ganado la Davis me resulta exagerada y un tanto ajena. Digamos placentera y a la vez basta.

Ahora usted Don Rogelio, que ni puta idea tiene de quién soy, que viaja a países donde opera su fundación y aporta mucho a la gente con su caridad (aunque es excesivo más de dos millones por el Us Open, ¿no le parece, bueh, no me haga caso). Usted... es al único que debo ver en vivo para despedirme de mis pasiones. Y uno de mis compañeros del viaje Davis me dijo que era el objetivo de 2017, “antes de que se retire, flaco”. Me prendí en el plan porque necesitaba un remitente para esta carta (chiste, Rogelio). No sé, despedirme de mis pasiones deportivas mientras usted se va despidiendo de su prolífera carrera me pareció adecuado, y ya como está cumplida la pasión futbolera de la Davis puedo ir más tranquilo. Sin nada más que soltar, todo se fue en esa magia que logra el tenis en ese evento patriótico. Ya con muchos de los tipos que suelen ver tenis en vivo porque es de élite, aplaudiendo con respeto, sin representaciones nacionales... Poder decir de una vez basta a esa otra cara de mi moneda pasional. A usted.

No digo que esté mal que no me conozca, sería ridículo, a su vez espero que no malinterprete mis bromas sobre pagar mi cena en Basilea (o donde elijamos), o mi hotel en Zagreb. Lo que digo que está mal y por lo que digo basta es por mí. Quizás le puse razón a las emociones y eso es un pecado para las pasiones deportivas, pero no me dieron ganas de levantarme a verlo en los últimos torneos, no me dio pena Messi cuando abandonó un ratito la selección, sabía que a Del Potro no le daba lo mismo ganar ese trofeo, que era importante para dedicárselo a todos los argentinos. Pero en gran parte lo hizo por él, o por su familia, o por su ego, o lo que sea. Por toooodos nosotros será sólo un poquito, y no pasa nada. Se me apagaron las lágrimas, apreté todo el puño que pude en Croacia, y la verdad que fue una sensación engrandecedora. Y muchos me dirán que la pasión sigue ahí, que la reprimo... Qué se yo. Nunca fui a la cancha, no hice viajes para verlo a usted ni a otro (a Rafa en el metro, pero no cuenta. La T10 está tirada de precio, la T10 es la tarjeta de transporte público de Barcelona Don Rogelio), sólo sé que la pasión en algún torneo de tenis por TV o en la Copa América ya casi no aparece. Si veo un partido es porque no tengo nada mejor que hacer, y ni hablar que es imperioso que sea a una hora decente, y si gana o pierde sinceramente me chupa un huevo. Sueno resentido pero no sufro por las derrotas ni gozo con las victorias. Ya sé, en Zagreb sí. Pero no siento deseos de revivir la experiencia, qué quiere que le diga... Además aunque recuerdo con fiereza mi locura y mi fervor, no tengo ganas de repetir esas sensaciones. Encuentro la idea un tanto excesiva.

Sea lo que sea me voy despidiendo de usted Don Rogelio, ya estará enterado que pienso verlo pronto en algún torneo de su calendario. No vaya a hacer eso de abandonar en segunda ronda, o directamente no jugar y decir en conferencia de prensa que lo siente por los fans y por la organización del torneo. Me avisa eh. Si es Madrid (que es donde más cerca me queda) o Basilea (que Nacho tiene conocido allá y capaz nos salvamos del hotel), no lo tenemos claro, pero usted avise con tiempo si va tomando decisiones para ahorrar un pasaje al pepe. Que a Croacia me daba mucha curiosidad ir pero Madrid conzoco y Basilea tampoco me vuela la cabeza, no se ofenda.

Ahí ya me despido del todo, percibir el anonimato al verlo saludar con esa caballerosidad Rolex a sus aficionados, sacudir la mano si pinta, sino sonreír por haberlo visto pegar a la pelota, por haber conseguido (Dios me oiga) un lugarcito cerca de su raqueta (con picardía, no le voy a mentir, ya me imagino los precios de Suiza). Y si la pasión se apagó del todo, que un poco me temo eso, sacarme al fin la duda de si en vivo siento mejor el espectáculo (no lo sentí con Rafa ni con el Challenger, la Davis tampoco, que me refiero a lo meramente deportivo). Es que la verdad no soy de espectáculos en vivo, recitales tampoco, ya le digo, ni la cancha de fútbol, pero bueno... Lo veo y me vuelvo a la isla, sin sufrir, quizás queriendo que gane sí, pero sin que pueda adueñarse siquiera de mis nervios, lamentablemente por mis pasiones mermadas tampoco podrá adueñarse de una gran alegría.

Voy porque tengo una especie de manía por cerrar las cosas de cierta manera, o a vaces simplemente por cerralras. No sé, por poner algunos ejemplos, barnizando maderas me quedo sin barniz para una que sé que no necesito, cuando ya barnicé como 20 y sólo me queda una o dos... Entonces tengo que preparar más bicomponente, mezclar, medir. No lo puedo controlar. No puedo comer milaneas con papas fritas y que se me acaben antes las papas o la milanga, una cosa para cada bocado... Menos para la escritura, que bien me vendría ser cinturón negro en buenos finales (soy amateur como se dará cuenta). Así con usted cierro con la analogía de su carrera y de verlo por primera vez en vivo en lo que supongo será su último Madrid o su último Basilea. Ahora, si se retira en 2018 o 2019 y juega esos torneos y no fue ese que vi el último... También apunto a que no me afecte, soy más fuerte que mis obsesiones. ¿Ve lo que quiero decirle?. Quiero evolucionar en muchos aspectos... Y usted no tiene nada que ver en eso. Retírsese cuando quiera.

No quiero ni que Gaudio lea esto y se sonría, ni que usted... Bueh, que para colmo hay que traducirla a alguno de los idiomas que domina (se rió una vez del español en una entrevista de CNN). Sé muy bien que es una carta hipotética, y que quizás no la lea más que mi amigo Shimmy, que justo hoy me preguntó si la había escrito. Y yo encantado de haberla escrito por él y por mí. Y en serio era chiste que me da bronca que no sepa quienes somos, o que no me haya invitado esa sidra con gusto a jarabe. Lo voy a ver jugar porque necesitaba un remitente Don Rogelio... Jodita Rog, porque es un grande, pero cada uno tiene que seguir por su lado.


PD del 17/11/2019: Nunca lo vi en vivo al final, le dediqué el texto que años después releo y me parece más que suficiente. Se quedó sin nafta mi pasión Rogelio, le debo una...



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