Soy algo parecido a mi
reflejo, la búsqueda en vano y esa mañana en silencio. Me persigo a
los tropezones, recreo una historia en mi memoria desinflada. Debo
ser aquel miedo con sobredosis de tristeza.
Mentí de nuevo con el
cinco de bastos, soy ese peluche lleno de moho por el olvido o las
nubes groseras que amedrentan al futuro.
La paciencia que llora mi
desesperanza, la duda que asegura, la calma que se arrebata hacia el
peligro. Soy todo lo que sobra en un día de seiscientas horas junto
al abrazo más tremendo.
La tosudez que arruina
poesías, tu amor más posible. Soy la ausencia a los gritos entre
arcoiris en blanco y negro.
Una sonrisa apretujada en
un frasco de conservas, creo que soy las cuerdas vocales de un
fumador de tabaco negro o la mirada extraviada de un asesino a
sueldo.
Una resaca cardiovascular
que gotea, una rebelión sin coraje ni banderas, soy el manual de
instrucciones en un idioma extranjero.
Soy una comparación
sobreactuada, un juego de mesa interminable o una caricia retenida en
las aduanas.
Por qué no, soy el
infinito que se estampa contra un paredón de fusilamiento, la piel
que una vez se quedó conmigo, la peor vergüenza de un niño
expuesta ante todo el mundo.
La luz amarilla que
amenaza el combustible, la nota desafinada que arruina el esfuerzo,
soy el sin vos que no quiere estar y lo sabe, una demora de cincuenta
minutos o el calendario imperdonable.
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