No está en este
impreciso momento ni en estos lugares, todos tan similares entre sí.
Sitios mareados. Sitios mentirosos. No sé cuándo supe que hoy sería
ese día en que no sé dónde se encuentra, o si siempre supe que fui
yo una búsqueda perdida. Ni siquiera sé si existe este silencio.
Llegué engañado a este
cúmulo de dudas, a este renglón escrito luego de ser tachado.
Cierto es que me veo buscando y girando entre cada centímetro de
tiempo, en cada segundo de este espacio y en cada una de estas
crueles repeticiones. Me veo y me veo verme, ese terco, ese evasor
que no reconoce el engaño.
Parece y parece ser no es
lo mismo, levanto, me agacho, permanezco, rasco, hurgo, reviso, por
debajo y por encima, desmantelo el lugar de turno y la hora
enrarecida me confunde, porque conozco sus rincones pero no los míos,
los verdaderos rincones donde debería estar perdido.
La verdad suele escaparse
de espacios como éstos, la alegría se hartó de la ruina cuando yo
era apenas un chico, la juventud firmó algún tipo de acuerdo que
esconde bajo llave y la vejez no para de hablarme del cielo.
Estaba tan seguro de
haber apretado bien los botones. Abrí y cerré varias puertas o
cajones, presté y me prestaron linternas, me senté en tantas aceras
para disculparme con el pasado. En muchas de estas búsquedas traje
abrazos de vuelta a casa, algunos originales y otros “copia fiel”,
traje casi siempre al mismo miedo molido a golpes, a cientos de
recuerdos guardados en pompas de jabón pensando que éstas
aguantarían, así al desmoronarme entre el fracaso de sobras y de
tabaco hice recuento de vasos y de huellas, de principios y de
dolores. Así vuelvo como volví hoy y temo que volveré mañana,
desorientado, haciendo poquito ruido y mucho eco.
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