Me bastó leer una carta
para agarrar la latita antigua que me regalaste (hermosa, me
encantaría adjuntar una foto). Una lectura rápida para sacudirla
con fuerza, para entender que el vacío hace un ruido tan incoherente
como peligroso.
Ahora creo que es de
mentira, la lata, el aire, que casi todas las cosas son de mentira.
Curiosamente la sensación será momentánea, no lo sé ahora pero sé
que lo voy a saber. Merodear aquella verdad abundante no me ha hecho
ni bien ni mal, ambas palabras tan radicales como la necesidad de un
ciego.
Ya te he escrito tantas
prosas, tantas cartas, tantas verdades (tan bien escritas que
parecían mentiras), y sin embargo acá estoy de nuevo, escribiendo
hacia la farsa más oscura, mediocridad del alma, mareo de la
esperanza, llamalo como quieras... Básicamente se trata de hablar
como si pudieses oírme. Todo es de mentira, yo soy de mentira, como
el flotador de un depósito de agua, como un globo perdiendo ese gas
que lo mantiene a una altura razonable... Incluso nuestras miradas mienten como un vidrio roto.
Enseguida café con
leche, la radio en la 100.6, lavar la ropa, frutos secos, sacar la
fotocopia... Y así estoy, “la” fotocopia, como tantos quehaceres
a los que articulo para disfrazar lo mentiroso que es todo esto; ir a
buscarla con todas las distracciones de mentira entumeciendo mis
pasos, uno o dos conocidos en el camino, mano en alto para saludar
sin ganas, música por los auriculares y quizás cigarrillo. Buen
día, fotocopia en mano y a seguir esperando.
Ahora bien... te lo juro,
no vuelvo a leer una de esas cartas, son muy bellas sí, nos
escribimos amores imposibles... Pero no. Y no se trata del trago
inmortal que nunca es el último trago de quien promete dejarlo, fue
la última vez en serio, si leer esas cartas no deja otra posibilidad
que jugar a la escondida con la angustia. Cuenta ella y me escondo
yo. Y me escondo mal... como siempre.
Anoche soñé que iba a
tu entierro para conocer a tu familia, iba a tu entierro pero para
conocer a tu familia, qué horrorosa mentira. En esos saltos de
duermevela yo pasaba en el bus al lado de una de las pocas personas
que tenemos en común, en lo que parecía una parada o una estación,
y desde la ventana yo gesticulaba para avisarle que el ómnibus era
ése, que se subiera. Claro que no se subió ni me saludó aun cuando
nos miramos a los ojos. Pero antes de despertar, cuando la realidad
se despereza en alguna parcela de la mente yo recuerdo haberme
preocupado porque sientan mi pesar. Soy de mentira, fui de mentira y
el futuro será verdadero sólo hasta que yo llegue.
Escribirte de nuevo sí,
el solo hecho de que no estés por acá me deja sin recursos, voy a
sobrevolar esta tristeza hasta hacerme tierra, aunque es probable que
los textos sean cada vez más duros conmigo y más beatos con vos.
Sin embargo era más honesto ser duro en aquel momento y que vos
pudieras decidir qué querías soportar... Todo eso es de mentira
también, más de mentira que todo lo demás, mentira además no
metafórica, escribirle a quien no está entre nosotros es de una
vanidad asquerosa.
Simplemente no puedo
creer que no vayas a tejer más flores en tu vientre, y quisiera que
esa única verdad fuese mentira.
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