Agarrese...
Hoy me siento Madamme Bovary con dolor de muelas.
Pero primero lo saludo,
“¿cómo le va?”.
No sabe usted la de agua
que ha caído por acá. Precisamente “ya” no llueve, pero ojo que
las nubes a mi entender están recobrando el aliento. No es más que
la cara de tonto que anticipa un segundo estornudo.
Yo vengo mirando el
fenómeno desde la ventana, dieciséis días seguiditos sin que el
cielo nos haya dado un respiro, y como hay un reflector de la vía
pública pegadito al balcón pude ir adivinando la intensidad del
aguacero. A mí el invierno me tira el mundo encima, qué quiere que
le cuente, todo el amor no correspondido me saca la lengua desde el
alma, todo abrazo que estuvo “a punto” de ser cerrado me echa la
culpa, como una enorme mochila de agua. Total que ahí estaba
inclinado en el marco del ventanal, contento por no tener que regar
las plantas, eso sí. Pero únicamente por eso, contento y agarrado
de los pelos de la suerte que tenía, porque la lluvia venía justo
de costado, derechito a las macetas... Y sí, en las buenas épocas
donde un balcón no es una amenaza uno sabe que está triste pero con
optimismo, la macana es cuando los balcones son una de tantas
tentativas para mandar todo al diablo.
No es de puro
catastrófico, me imagino la cara de tedio que estará poniendo, pero
ando ahora sin trabajar, entonces caliento el agua para el mate, armo
un cigarrillo, leo sin leer mucho (porque no me concentro), vuelvo a mirar por el balcón, me
siento en el sofá, escribo dos pavadas en esta carta y así estoy
Don Julio. Imagínese si a eso le sumamos frío y lluvia.
Pero mejor cambiemos de
tema, aunque sea por un rato.
El otro día Charlie
Parker me lo trajo a la mente. Yo como de tantas cuestiones de jazz
no entiendo ni la jota, pongo la enorme lista que me dio un amigo que
sí entiende la jota, la a y las dos zetas y la dejo correr. Cada
tanto miro quién es el que está haciendo tal o cual cosa, pero por
lo general no sabría distinguir un estilo de otro, ni reconocer a un
intérprete o a otro, y esta complicación abarca también los
instrumentos. Pero cuando vi que era él quien me estaba alucinando
me alegré, me gustó que haya sido instintivo. Humildemente eh, pero
fue como un buen gusto sensorial. A todo esto, con la literatura me
pasa lo mismo Don Julio, está lo que me gusta y lo que no, pero no
hay caso, no puedo aprender a explicar las cosas como debería,
siempre digo que soy burro y que no hay nada que hacerle (cuántos
“no” en esta frase). Se me hace un lío con los estilos, las
épocas... con la teoría bah. En fin, me acordé de usted,
que tanto le gustaba.
Y ya que le estoy
contando tonteras (así de paso no empiezo de nuevo con la lluvia),
mire usted qué curioso:
Hace un tiempito me
escribí una carta, una carta para mí eh, pero para dentro de diez
años. La guardé en un sobre y la dejé abajo de unos libros para
que le hagan peso, no sé si para que se fije bien el pegamento o
para que las ideas se peguen bien al papel. Ni los anagramas
metafóricos me salen, ¿ve? ¿acaso entiendo lo que acabo de
decir?, a eso iba más arriba, no diferencio bien los recursos
literarios que existen, tengo una lista explicativa de muchos de
ellos, pero tienen unos nombres de raros Don Julio, parecen
enfermedades. Como se llame, hoy estoy cruzado... Como le iba
diciendo, escribí la cartita para jorobar, porque si mal no recuerdo
conté lo que sentía en ese instante, como para dejar en claro
detalles mínimos. La cosa es que no quería asustar a mi “yo”
del año que abra la carta. Avisé que lamentaba las pérdidas que ya
fui percibiendo desde ese día, muy concentrado en lo momentáneo,
quizás por miedo... el probema es que ahora la carta me tiene mal,
como que ya presiento que los distintos “yo” de más adelante, a
sabiendas de la existencia de la carta van a estar decepcionados del
yo de los años que van pasando, del tipo que inevitablemente va a
llegar sin nada en las maletas.
Ve usted lo que pasa
cuando no se puede trabajar, me paso el día preocupado por
pensamientos dañinos, y como interactúo poquito con la gente me voy
respondiendo, preguntando, criticando, todo yo solito. Pero no quiero
salir a la calle, con o sin lluvia, hoy si no tenés un mango no
podés sociabilizar en una ciudad como esta. O yo no puedo, porque
además me he vuelto prejuicioso.
Si uno espera demasiado,
hay algo que no anda bien. Sé que es un cliché, pero cada hoy
significa poca cosa, me alivio un poquito cuando me acuesto a vivir
el mundo fantasioso de la oscuridad. Doy vueltas en la cama entre
lugares en los que viviría, con amores y amigos nuevos. Me quedo
dormido y sueño una variedad de sinsentidos. La macana es que me
despierto y queda un montón de día hasta volverme a acostar. No me
gusta sentirme así, mi familia no se da cuenta porque soy bueno
procesando sin que se note y eso me amarga todavía más, es
peligroso saber disimular tanto la angustia, ¿no le parecce?
Entre esas cavilaciones
soñolientas llegué a una especie de concepto: Si nos ofreciesen
dejar de dormir, mejor dicho, si la oferta fuese que ya no vamos a
precisar horas de sueño ¿qué cree usted que pasaría?. Además de
la noción capitalista del tiempo (muchas más horas de vida al
elevado precio de estar siempre en estado consciente), me inquietó
la utilización de las noches para un mundo que ya no podría
considerar que los noctámbulos son sombríos. O qué pasaría con
los niños, con esa energía que ya nos resulta agotadora a los
adultos, ¿los padres querrían un poquito menos a sus hijos por
tanto cansancio?. Comencé a dudar si nos acostaríamos en las camas
de todas formas, para contemplar nada más, porque imagino que el
cansancio físico seguiría existiendo, sino se extinguiría también
la necesidad de reposar. Porque de otra forma, imagine Don Julio,
pobres los que ofician gracias al sueño, los que fabrican colchones,
sábanas, camas, hasta quizás los que se dedican a las almohadas...
porque, ¿nos olvidaríamos de todo lo que abarca el acostarse?
Quizás las sábanas son necesarias para hacer el amor, las camas ni
hablar, pero ¿y las almohadas? ¿Con qué reemplazaríamos a los
somníferos? ¿Seríamos capaces de resignar el placer de despertar?
¿Seríamos tan codiciosos con algo como el tiempo?
Sí, tantas ganas de
dormir (y sin trabajar), que pensé en lo que pasaría si me quitaran
ese privilegio...
Empezó a llover de
nuevo, ¿ no le dije?. La tristeza de la ciudad respira aliviada, me
siento como el único tipo que podría ser feliz si le avisan que se
acaba el mundo. Perdone, perdone... no me haga caso, sólo porque yo
disfrute de la alevosía catastrófica no significa que no sea un
verdadero tedio (y no es casual que use esta palabra por segunda vez
en esta carta).
Lo lindo que tiene
escribir cartas (otra repetición de palabras), es poder aislar los
modismos. Yo me siento como jugando al ping-pong sin pensar en el que
va perdiendo, me gusta mucho soltarle todo lo que se me viene a la
cabeza, me alivia. Tal vez no sea más que una excusa, porque si me
tengo que sentar a escribir un cuento o una poesía, lo más probable
sería quedar en ascuas. Siento que la responsabilidad literaria me
ha superado, lo siento en estos días eh, hay veces que escribo con
adolescencia (curioso es que cuando adolescía quería ser más
correcto), pero como le digo, hoy me siento inútil, irrespetuoso,
sin saber escribir como hay que escribir, avergonzado por autores que
son prolijos, que saben lo que significa una prosopopeya, que son
comprometidos, que distinguen el bebop, que podrían explicar el
simbolismo. Ya sé, me estoy pasando, este párrafo es un descargo. Y
uno tramposo además, sé que usted reconoce estas típicas líneas
en que uno se ataja de lo mal que escribe para poder seguir
haciéndolo.
Y es por el
reconocimiento, no le quiero a mentir, es querer emocionar o generar
sonrisas. Y tratar de asumir que vas a estar siempre lejos de lo que
te gustaría. Y no hay caso. Escribir más o menos como escribís,
conformarte, trabajar de lo que puedas, sobrevivir, admirar a los
grandes y tomar sólo lo bueno, no flagelarse... Ya me enervo de
nuevo. Absolutamente todo es mejor cuando ser adulto está lejos.
Ahora seguir esperanzado para vivir de las letras cuando los treinta
se alejan en este mundo de moda y de poder es jodido. Miento, “me”
es jodido. Quiero seguir intentándolo, claro que quiero, pero la
exigencia de mis textos se empieza a disfrazar de vergüenza y siento
que no hay texto digno para un tipo de mi edad a quien nadie conoce.
Menos mal que supongo su
paciencia, es insoportable este texto, es insoportable que quien le
manda una carta le diga que sabe que tanto él como las letras son
insoportables. Y ahora que reflexiono creo que no hay un párrafo
donde el humor le de un respiro.
Y mire lo que le digo:
Hace un ratito salió el sol, qué sorpresa ambigua (y casi
abstracta), no por nada eh, sino que el cielo estaba tan denso que no
lo pude prever. Abrí los ventanales y al principio la humedad helada
subió como los supiros de un elefante marino. Desde abajo vi a la
gente mirar para arriba con los paraguas boca abajo deslizando las
últimas gotas. Porque no vuelve a llover, por hoy fue suficiente,
tal vez no haya caído tanta agua a fin de cuentas y es la percepción
que a veces me falla. Tal vez fueron unas nubes pasajeras, unos
quince minutos y no dieciséis días, no sería la primera vez que la
noción del tiempo juega conmigo. Hasta se eyectó la temperatura, de
golpe el verano nos desviste con desesperación, todos desde abajo me
llaman con las manos, excitados, demasiado sonrientes. Son mis
amigos, son los vecinos, también los ausentes, yo los saludo como lo
haría una reina. “Ahí bajo, ahí bajo...”.
Y bajo Don Julio... O
subo, veremos qué deciden los jueces.
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