Dijiste que te sentís cómoda cuando
te miro un largo rato, “estoy como despacio...” agregaste
después. Y usaste el verbo “estar”, quizás eso fue lo más
bonito. O la frase entera, no sé bien.
Pero yo de repente entendí que no
estás entre mis textos, que no te aceptan, que de hecho te tienen
envidia... y apareció la culpa.
No sirvo para esto, sólo sé describir
tragedia. Entonces: Basta, “tragidizate”...
Me levanté del sillón con tu frente
apoyada en los labios y comencé a pedirte una prosa. Sí, yo a vos.
No abuses del cariño ni de las
cosquillas, ¿puede ser?, no seas tan generosa con los besos, no me
abraces cada vez como si hubiese muerto alguien.
Ya no tengas ese tacto musical
indescriptible, basta de llorar por el jazz cuando estás borracha,
¡ah! y no calces tan poquito en tus zapatos.
No aplaudas con tanta alegría al
guitarrista de la Catedral, imperfeccioná tus labios, por favor,
deshacé alguna línea de tu ceño, estoy un poco harto.
Será mejor que no amanezcas tan
blanda, que no atiendas el teléfono con un “chau”, que no
bosteces tiritando.
Necesito más reclamos, por ejemplo,
alguna vez mirá el celular cuando te hablo, no entornes los ojos
para hacerme burla, dejá-de-decirme feliz cumpleaños a cada rato.
No sepas despeinarte, expulsá esa
postura de bailarina en tus momentos de paciencia, y otra cosa, ya no
debe salirte tan bien la imitación de aquel cantante italiano.
Dale un respiro al sol, no te cepilles
los dientes espumando trabalenguas, no te ensambles con la
lluvia. En un primer resumen, no me hagas sentir liviano.
No hay pilares que sostengan las
ardillas que viven en tus manos, perforate las orejas porque a fin
de cuentas es moda, y de una vez... revelá el famoso rollo de “24”.
Dejá de inventarte los puntos
cardinales, de verdad, no me ganes en los sueños... la imperfección
no puede parecerse tanto a la dicha.
Podrían perder la gracia tus notitas
en la heladera, tus modales con los ancianos, podrías cuidarme menos
de vez en cuando, dejar de esconder primaveras para nuestros momentos
malos.
Quitale las rueditas al alma, no
encuentres el arte tirado (no puede seguir siendo “suerte"). Y por
Dios te pido: Sé más esdrújula para los regaños.
Andá haciéndolo de a poco, no es
necesario que sea de golpe, te dejo este papelito al lado de las
tazás de café, éste, sí.
Pd: Decepcioname, dale, pensalo...
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