Antes
de apagar la luz que me somete a tus pesadillas, le confío unas
letras a la mañana inalcanzable. Los armarios siguen un tanto
abiertos, cábalas extrañas de hombres tristes.
Pronóstico
reservado para estas puteadas encubiertas, el semáforo de mi cabeza
sigue en amarillo; la ceguera, esa calma, sigue mezclando los naipes.
¿Qué
milagro me va a traer esta vez el hecho de quedarme dormido? ¿Sabré
dominar el ridículo? Siempre la culpa es invisible, una soberana
metida de pata, aceite y agua mezlcados sólo por un rato.
Mañana
me voy a despertar plano, con las sobras de todo lo que encuentre por
delante y voy a procurar leer este chantaje nocturno. Sí. Agarrarme
la cabeza con el café mal hecho, chistar los labios, corroborar la
voz ausente con un tosido, buscar una línea válida, fumar, cerrar
el armario, entreabrirlo, bostezar y sobrevivir.
me gusto!
ResponderEliminarMuchas gracias Kiana...
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