lunes, 7 de marzo de 2016

Escribir, borrar, escribir, borrar...

Antes de apagar la luz que me somete a tus pesadillas, le confío unas letras a la mañana inalcanzable. Los armarios siguen un tanto abiertos, cábalas extrañas de hombres tristes.
Pronóstico reservado para estas puteadas encubiertas, el semáforo de mi cabeza sigue en amarillo; la ceguera, esa calma, sigue mezclando los naipes.
¿Qué milagro me va a traer esta vez el hecho de quedarme dormido? ¿Sabré dominar el ridículo? Siempre la culpa es invisible, una soberana metida de pata, aceite y agua mezlcados sólo por un rato.
Mañana me voy a despertar plano, con las sobras de todo lo que encuentre por delante y voy a procurar leer este chantaje nocturno. Sí. Agarrarme la cabeza con el café mal hecho, chistar los labios, corroborar la voz ausente con un tosido, buscar una línea válida, fumar, cerrar el armario, entreabrirlo, bostezar y sobrevivir.


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