Te llega la noticia cuando has perdido noción de la última vez que la viste, te llega alterada por la globalización. Porque desde un lugar intangible aparece una foto anónima, publicada en una red social. Las paredes te oprimen y la casa se hermetiza, caminás sin darte cuenta, entre descalzo y recién levantado, llorás dándole la bienvenida a la sorpresa, gritás contra tus manos, se te pasa, por primera vez en la vida algo te parece “increíble”. El dolor entró en tu cuerpo como un enjambre endiablado, y ese dolor es también semi-cíclico, se va de a ratos dejando de vigía a su sombra. Asumir, no entender. Llorás de nuevo, dios este dolor, si existieras, dios con minúsculas, te preguntás, te inventás cualquier respuesta, generalmente después de cada llanto fumás, no se te ocurre comer pero por la languidez quizás sea el mediodía. Hablar por teléfono, con nadie en particular, hablarle a un teléfono, podrías marcar de manera aleatoria, llorás desesperadamente otra vez, tu soledad se expande, o implosiona, volvés a sentir que el efecto del dolor no se va a pasar jamás, pero cuando se calman las lágrimas entendés que se va a pasar, y que cada vez que te ataque de nuevo vas a volver a pensar que no se va a pasar. Te duele un espacio preciso de la frente, debe haber un músculo facial que hace fuerza con el llanto, te duele al tacto, que la pérdida se manifieste físicamente te enoja, necesitás abrirte con las uñas el pecho y pegarle trompadas al alma. Mirar por la ventana apavorado de tanto mundo ahí afuera, sollozar, el aviso previo, es como un vómito, pensás en otra cosa, caminás otra vez sin el cuerpo, lavás unas toallas, el enjambre se altera de a poco, hacer algo mecánico, no se entiende si la realidad es otra o si te has extrapolado, las imágenes son ineludibles, ni en medio del tendedero se alejan, llanto como un jarrón que se cae desde el techo, esto no se va a pasar nunca, el cigarro, dónde dejaste el cigarro a la mitad, te apoyás en el marco de la puerta de la cocina, no alcanzás a encontrar el cigarro, das un alarido, abrazar el marco, una mano en la pared de afuera, una en la de adentro, no puede ser, de verdad no puede ser, el dolor extremo parece un columpio que quita el aire, quizás hay cosas que no deberías pensar en un tiempo, calculás: Música prohibida, fotos prohibidas, videos prohibidos, textos prohibidos, estás al tanto pero no importan las precauciones, la vida te da un paseo por los recuerdos. Llorar tanto deja una fatiga como arenosa, pensás en lo prohibido mientras el olor a las toallas limpias te parece repulsivo, sentís que estás respirando como en “b larga”, tragás agitado la saliva salada de hace un poquito. Te sentás en el sillón, te parás porque de repente estás de pie. Abrís la puerta, pero no podés salir, para qué y adónde, la cerrás, agarrarte la cabeza porque otra vez “no puede ser”, se viene de nuevo, apretar los puños y las mandíbulas, que no tienen más presión que esa, llanto de nuevo, esta vez frente a un espejo, y llanto de agarrarse la panza, verte abollado al lado del inodoro, y prometerte que podés pensar en otra cosa, es tan extrema la imagen que la suponés mirando, testigo de su ausencia y de tu dolor. El cansancio es como un desmayo necio, pero finalmente te quedás dormido en el baño, amanecés helado, sin saber cómo se empieza un duelo.
Ha pasado el primer día...
Siempre visitando el blog.. releí este.. en realidad lo leí por primera vez, la otra fue oír..
ResponderEliminarGenial, me llegó a doler a mi... :(