miércoles, 27 de febrero de 2013

Nuestra noche


Suspiro o inspiro, las noticias reversibles en la radio, los treinta y tres pasos hacia el ronronear de la heladera, si Romeo hubiese muerto primero. Mis manos ciegas en pos del encendedor, el porcentaje de humedad, la obscenidad de las cortinas, el mundo callándome la boca. Rascarse porque pica o que pique porque hay que rascarse, las vueltas con sal en las venas, mis tres estrellas confidentes, el inconfundible silencio del humo, tener tanta cama. La inolvidable piel de mamá, se solicitan cuatro dadores de sangre factor RH+, el abrazo no correspondido de la almohada, el octavo vaso de agua, el majestuoso fornicar de los gatos, casi todas las ovejas. De repente sólo el techo, la desgracia y la niñez atravesadas en dos minutos, mis frazadas entrometidas, el espejo del baño. La masacre de Pompeya, comprar pilas, las sirenas y el vaivén de la urgencia, las gotas que se duchan, las gotas, las gotas. Y si lloviera, dónde quedará ahora tu ventana, el latido del cenicero en mi pecho, dentista el jueves, que no hagas lo contrario a decepcionarme, el absurdo futuro que planeamos dos meses atrás, seis víctmas fatales. El rojo de los números desvelados, mi placard abierto, la manguera del sereno, amenaza o amanecer, accidente en la intersección de Ayacucho y del cielo. Boca abajo una vez más, la creatividad o la renuncia, tal vez el primer pájaro, quizás el silencio de los grillos, tu pesadilla, Buen Día País, la primer lágrima dormida. Que me cuide de vos la mañana.

jueves, 21 de febrero de 2013

Rutina


Tu cara sin sueño, tu piel delatando lo mal que armaste la cama, la gravedad como tiempo, la melancólica tinta del diario, el olor nítido que me asegura: ésta es tu casa, las primaveras de adorno, el café que apresa a la taza celeste, mis pantuflas de otoño. La ventana como cuadro de un pintor triste, los planteos de tus recursos económicos en torno al almuerzo, la pendiente o lo pendiente, las innumerables veces que decimos “escuela”, el cielo cada vez más lejos, tu tos nerviosa y tus nervios tosudos. La difunta ternura de la mujer dormida, las tostadas con el hipotético pan de ayer, las espaldas alérgicas, los desde hace tiempo, la saliva amarga de la discrepancia, los sábados por la noche edición ilimitada, la maestra de cuarto grado, la crema de leche larga vida. La paleta que tuvo colores, el pasado irrelevante, el control remoto (pobre mártir). Que se acabe la yerba transmutado en tragedia, lo lineal, la vuelta a la manzana, para toda la vida. Las garantías de dos años, el descuido, la melena verde, los no nos pasa nada, las cuotas o los besos, la preciosa soledad del coche y los cochecitos heredados. Una torcedura de tobillo en la clase de gimnasia por causa de nuestros portazos, las manos pobres, la cámara de gas, la mermelada bajas calorías, el ay, las patas de la mesa, que el odio pase tan cerca, la comicidad hecha ofrenda. La hipoteca o la ipotheca, comprar leña sin sentido, la panela de cobre que un día hizo paellas, tus comisuras cansadas, los por mi culpa. El film plástico insoportable, los olores y nuestros perfumes, los supermercados silenciosos con un carro que en general anda mal, la pared del reloj, la carne tan cara. Nuestra carne.