Suspiro o inspiro, las
noticias reversibles en la radio, los treinta y tres pasos hacia el
ronronear de la heladera, si Romeo hubiese muerto primero. Mis manos
ciegas en pos del encendedor, el porcentaje de humedad, la obscenidad
de las cortinas, el mundo callándome la boca. Rascarse porque pica o
que pique porque hay que rascarse, las vueltas con sal en las venas,
mis tres estrellas confidentes, el inconfundible silencio del humo,
tener tanta cama. La inolvidable piel de mamá, se solicitan cuatro
dadores de sangre factor RH+, el abrazo no correspondido de la
almohada, el octavo vaso de agua, el majestuoso fornicar de los
gatos, casi todas las ovejas. De repente sólo el techo, la desgracia
y la niñez atravesadas en dos minutos, mis frazadas entrometidas, el
espejo del baño. La masacre de Pompeya, comprar pilas, las sirenas y
el vaivén de la urgencia, las gotas que se duchan, las gotas, las
gotas. Y si lloviera, dónde quedará ahora tu ventana, el latido del
cenicero en mi pecho, dentista el jueves, que no hagas lo contrario a
decepcionarme, el absurdo futuro que planeamos dos meses atrás, seis
víctmas fatales. El rojo de los números desvelados, mi placard
abierto, la manguera del sereno, amenaza o amanecer, accidente en la
intersección de Ayacucho y del cielo. Boca abajo una vez más, la
creatividad o la renuncia, tal vez el primer pájaro, quizás el
silencio de los grillos, tu pesadilla, Buen Día País, la primer
lágrima dormida. Que me cuide de vos la mañana.
miércoles, 27 de febrero de 2013
jueves, 21 de febrero de 2013
Rutina
Tu cara sin sueño, tu piel delatando
lo mal que armaste la cama, la gravedad como tiempo, la melancólica
tinta del diario, el olor nítido que me asegura: ésta es tu
casa, las primaveras de adorno, el café que apresa a la taza
celeste, mis pantuflas de otoño. La ventana como cuadro de un pintor
triste, los planteos de tus recursos económicos en torno al
almuerzo, la pendiente o lo pendiente, las innumerables veces que
decimos “escuela”, el cielo cada vez más lejos, tu tos nerviosa
y tus nervios tosudos. La difunta ternura de la mujer dormida, las
tostadas con el hipotético pan de ayer, las espaldas alérgicas, los
desde hace tiempo, la saliva amarga de la discrepancia, los sábados
por la noche edición ilimitada, la maestra de cuarto grado, la crema
de leche larga vida. La paleta que tuvo colores, el pasado
irrelevante, el control remoto (pobre mártir). Que se acabe la yerba
transmutado en tragedia, lo lineal, la vuelta a la manzana, para toda
la vida. Las garantías de dos años, el descuido, la melena verde,
los no nos pasa nada, las cuotas o los besos, la preciosa soledad del
coche y los cochecitos heredados. Una torcedura de tobillo en la
clase de gimnasia por causa de nuestros portazos, las manos pobres,
la cámara de gas, la mermelada bajas calorías, el ay, las patas de
la mesa, que el odio pase tan cerca, la comicidad hecha ofrenda. La
hipoteca o la ipotheca, comprar leña sin sentido, la panela de cobre
que un día hizo paellas, tus comisuras cansadas, los por mi culpa.
El film plástico insoportable, los olores y nuestros perfumes, los
supermercados silenciosos con un carro que en general anda mal, la
pared del reloj, la carne tan cara. Nuestra carne.
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