Creí que mi incursión
en la Davis iba a ser un “nunca más”. Estaba convencido cuando
dejaba el Arena Zagreb que se habían acabado los fanatismos
deportivos en mi vida. Me dije basta entre los cientos de argentinos
enardecidos en las puertas del complejo, alentando a un equipo que ya
estaba en los camarines mandando mensajes a sus seres queridos por
whatsapp.
Pero me parece injusto
con usted Don Rogelio, porque a usted lo seguí durante años, y
porque muchas de mis actitudes más ridcúlas son suyas. Levantarme a
la hora del ñoqui para verlo jugar un partido de segunda
ronda en Australia con algún top 200 que rogaba arañarle un set. Ir
a pedir a un bar irlandés si acaso el canal 96 era posible, consumir
sin necesidad una sidra con gusto a frutos rojos para verlo en Indian
Wells. Pagué yo, claro. ¿Usted por qué va a pagar?. Pero espere,
que además de ser un chiste ese es el final de mi tesis... No se
enoje todavía y siganme un rato. La cosa es que tampoco gasté
grandes sumas de dinero con traslados u hoteles, no hubo entradas de
precios absurdos ni camisetas con su famosa RF. Mis desvaríos, y
sobre todo la sorpresa que me sigue dando haberlos vivido, puede
llevarse a un costo alto a nivel emocional. Pero así y todo
considero el total de sentimientos invertidos una suma carísima.
Miles de horas de nervios, alegría (hasta este tipo de sentimiento,
si se quiere positivo, me parece entrar en el debe), coraje, bronca,
plenitud, pena, vacío. Sentimientos que además de unilaterales,
ahora encuentro incongruentes.
Así fue que llegué a
Zagreb para celebrar por última vez. Ni mundiales de fútbol, ni
Grand Slams, ni Olimpíadas. Nada a nivel nacional antes de la Davis.
Entonces tenía que ver un evento de los que considero más
pasionales en vivo. ¿Por qué?. Supongo que mejor contar primero
sobre los atisbos que ya me habían dado las únicas dos situaciones
(no tan pasionales) que pude ver tiempo atrás.
Rafa Nadal jugando en
Barcelona contra Montañés (a él lo admiro, pero como en el River-
Boca yo iba por River, acá voy por usted). Y como nunca antes había
vivido en una ciudad en que se juegue un torneo importante, y me veía
por primera vez con esa oportunidad, pude detectarme entre tantos
fans gritando cerca mío (fila de 20 euros, asiento 34509), una
señora que empalmaba el alarido de “vamos Rafa tú pueeeedes” en
un punto de break en contra; otra con la camiseta con la foto de Rafa
mordiendo aquel trofeo de París, señora que pagó la impresión y
la camiseta blanca, que buscó la foto en internet googleando
rafa-campeón-roland-garros (aunque hubiese bastado con Rafa). Y
elegir alguna foto de algún Roland Garros por la que Rafa recibió
el equivalente de todas las camisetas y todas la impresiones de todo
Badajoz. Y las veía sufrir por cada pelota, apretar el puño, y
gritarle a Rafa como si esa voz pudiese llegarle a algún lugar del
alma, sitio donde imaginaba pocas vacantes pero quizás alguna, que
ese “vamos Rafa” lo haga decirse, “ey, entre todos los gritos
ese uno me conmueve. Hoy debo ganar por ella”.
El otro fue el Challenger
de Iquique, en Chile. Llegamos para quedarnos unos días luego de un
recorrido eterno en coche que acababa ahí antes de pegar la vuelta.
Justo jugaba Gaudio, pedazo de sorpresa, yo ya le digo, fanatismos sí
pero nunca con traslados, hoteles, y esas cosas. En fin, Gaudio era
otro de los tipos por lo que sufrí en esta vida, era un verdadero
fan y no le cuento la que armé cuando ganó en París... Y el azar
va y me lo pone en un torneito al que incluso pude entrar con unas
invitaciones. Claro, esto fue antes de Barcelona. Y ahora que en
medio de este relato reflexiono y recuerdo... quizás debería haber
empezado por acá, porque ahí sin dudas yo fui la señora, que sin
camiseta ni foto de Roland Garros gritaba “vamos Gastón” para
intentar llegarle al alma. Necesitaba que sepa que yo existía, una
retribución por mi devota locura (una verdadera idiotez). Me acuerdo
que se lesionó creo que contra Brezicki en cuartos o en semis. Y me
dio una pena casi insoportable. “No lo puedo creer, con todo el
esfuerzo que está haciendo por volver al circuito, y lo bien que
viene jugando...”. Y me dije pobre Gato. Pero
él no se dijo pobre flaco cuando
yo me preguntaba por qué carajo vendía vaporizadores en el Norte de
mi país.
Claro
que no lo vi así en aquel entonces, quizás una carcoma cerebral
inconsciente empezó a engullir pasión para cagar sensatez muy de a
poquito, mientras de manera pasional yo seguía armando unos mates a
las 7 de la mañana para pasarme todo el día viendo Wimbledon, donde
llovería casi la mitad del tiempo, sin eso ser motivo de ir al
parque a tomar aquellos mates, que total ahí en España es verano en
esa época. Y en su vuelta al hotel usted no supo que yo por las
dudas me quedé en casa, aunque al final no pudo salir a la cancha
hasta el otro día... Una macana.
Seguí
así con las pasiones hasta ese torneo de Rafa en Barcelona, pero
creo que de cierta manera mis pasiones siempre fueron descendentes,
con altibajos y cosas como Djokovic robándole demasiadas finales, o
Alemania 2006 en fútbol, pero tengo pocas dudas si esas pasiones
disfrazaban otras situaciones, ya le explicaré enseguida. La cosa es
que así hasta la Davis, donde incluso lloré como un marrano cuando
Delbonis se comió 2 metros y 11 centímetros de Karlovic con
patatas. Quizás por televisión no terminaba de asumir la distancia
entre fan y jugador, fan y equipo, y en esa intimidad de casa podía
desesperar por una victoria. No sé bien. Sólo sé que en cada ida a
presenciar un evento me fue arrebatado un porcentaje de pasión hasta
ese domingo en Zagreb.
Entonces
sí, ya estaba listo, tenía un resto de emociones que había que
soltar.
Fui
porque de paso conocer un país, con unas mujeres que para qué le
cuento; y salir de la isla en que vivo por un tiempito, porque vivir
en islas no sé si está tan bueno que hay que salir o si un
disparate por el estilo; pasar por Barcelona y comprar unas cosas que
hacían falta para el trabajo... Sí, lo pagué yo. Obvio que no pido
que lo haya pagado Del Potro, quiero decir que lo pagué también por
otros motivos. Ya desde el día cero en el coche que conducía
Vladimir, el croata super divertido que nos alquilaba la casa, empecé
a abrir el grifo de mis pasiones. Iba a dejar todo en ese fin de
semana, no importaba gritarle a los jugadores para que me escuchen,
importaba soltar toda la emoción por mí. Ese momento tenía que
sentirme feliz por la droga que quería dejar para siempre. Pensaba
en ganar o perder y expulsar la pasión correspondiente. Claro que
mejor cuando ganamos, pero yo fui por mi despedida, no por la gloria
nacional en sí. Mediante los gritos alevosos y los cánticos, se
mezclaba la voz de la dicha con los gritos de auxilio de mis
problemas personales, de mi salud y los 40, de mi laburo y de su
incertidumbre. Después claro, entre la locura ya gritaba “vamos
Juaaaaaaaaan”, “vamos Fedeeeeeee, vos podés, estás loco lo que
estás jugandoooooo”, porque con un culo bárbaro y la picardía de
mis compañeros de viaje terminamos encanutados en la fila 4. Es más,
salgo en Youtube bailando como un descerebrado cuando Delpo descosió
esa gran Willy que empezó a dar vuelta la serie, porque admito que
la droga se apoderó de mí, la dejé y caí en las cosas que no
quiero más en mi vida, el ahogo absoluto de cosas que a decir verdad
no deben repercutir tanto en mis vaivenes. Lloré con el himno, ni
hablar cuando ganamos, todos abrazados descompuestos de la alegría.
“Ganamos, al fin la ganamos”, decían muchos. Y el equipo se
acercó, ojo, señalaban a la muchedumbre albiceleste uniforme, como
un revuelto de huevos y cebolla, donde se ve puro huevo y la cebolla
hay que adivindarla. “Es para ustedes”, señalizaban. O sea, dedo
índice hacia la copa, dedo índice hacia todos nosotros. Pero me
gustó igual, sentí mi inocencia como cariñosa, reflexiva. Entendí
a la perfeccion que tenía que irme cuando todo el cuerpo técnico y
jugadores se encaminaban al túnel con las réplicas de la ensaladera
entre sus manos. Pero no se movía nadie y se saltaba como hacía
cuarenta minutos. Yo ya creía, o me atrevo a decir sabía que los
gritos (por ellos o por mí, daba a esa altura lo mismo), el llanto,
las noches de extenuante placer eléctrico al llegar por fin hasta la
almohada, las dudas por presenciar una calidad de tenis de alto vuelo
en directo (por la tele lo disfrutaba casi que más, qué quiere que
le diga), la desesperación, el estomágo cerrado en cada break
point, la Gran Willy... Todo se había terminado. Y no solo en esa
serie final de Copa Davis. A descansar que si llegábamos tarde no
encontrábamos ni jota para cenar. Pizza, al final sí que se hizo un
poco tarde. Pagamos con la tarjeta de uno de los pibes porque se nos
habían acabado las kunas. Et c'est fini.
No
sé si puede interesarle que le cuente sobre los mundiales, o la
época en que River me hacía no querer ir a la escuela por las
gastadas. O las
apuestas de una Coca Cola de 2 lts. por ese River y un Racing
peligroso. Usted es tenista y yo estoy acá para decirle por qué no
creo que la Davis fuese ese “nunca más”, que al final me parece
que me despido viéndolo jugar porque lo considero más coherente.
Pero le resumo sobre todo por los mundiales y en especial por un
detalle de 2006, porque mi pasión por el fútbol argentino se acabó
pronto con las corporaciones de las copas (Nissan Sudamericana,
Toyota Libertadores, etc.), así sólo me quedó el tenis y los
mundiales. Ustedes porque siempre los vi como incorruptibles a nivel
deportivo (o casi, no me interesa hablar de las apuestas), los
mundiales básicamente por la representación nacional que tocaba mis
fibras. Así concluyo en la evolución de mis copas mundiales
vividas, ya que el dolor por la eliminación hace un cambalache
singular:
Italia
90, con 8 años y una vida por delante supuse la final perdida por
ese penal puto como la peor de las tragedias. Luego entre Estados
Unidos, el dóping del Diego, Bielsa, cuartos, octavos, los penales
contra Alemania como una de las últimas grandes tristezas que
recuerdo (pero a este punto ya vuelvo), ganarle a Inglaterra, el
cabezazo de Ortega, y muchas cosas más, llego así otra final, esta
vez en Brasil. Y otra con Alemania. Y otra perdida. Pero apagar el
tele y listo. Sinceramente no sentí tristeza.
¿Por
qué me acuerdo de ese momento Alemania/penales? Porque aunque ya
había involucionado mi pasión futbolera, yo no estaba en un buen
momento, entonces perder y tener que ir al restaurante a hacer pan
como un esclavo era la muerte, con esa profesión que con el tiempo
puede dejar para ser más libre, llorando como un tarado mientras el
petiso (el cheff) me preguntaba si lloraba así por Argentina y yo
le decía que sí. Yo lloraba por todo. Pero no tenía que llorar por
el papelito que tenía Neuer entre los guantes, tenía que llorar
porque el petiso no tenía la culpa, ni mi familia, ni siquiera yo.
Tenía que al menos saber por qué lloraba. Tenía que saber que de
haber ganado la alegría no iba a darme ninguna respueta. Como ahora
sé que esa otra alegría por haber ganado la Davis me resulta
exagerada y un tanto ajena. Digamos placentera y a la vez basta.
Ahora
usted Don Rogelio, que ni puta idea tiene de quién soy, que viaja a
países donde opera su fundación y aporta mucho a la gente con su
caridad (aunque es excesivo más de dos millones por el Us Open, ¿no
le parece, bueh, no me haga caso). Usted... es al único que debo ver
en vivo para despedirme de mis pasiones. Y uno de mis compañeros del
viaje Davis me dijo que era el objetivo de 2017, “antes de que se
retire, flaco”. Me prendí en el plan porque necesitaba un
remitente para esta carta (chiste, Rogelio). No sé, despedirme de
mis pasiones deportivas mientras usted se va despidiendo de su
prolífera carrera me pareció adecuado, y ya como está cumplida la
pasión futbolera de la Davis puedo ir más tranquilo. Sin nada más
que soltar, todo se fue en esa magia que logra el tenis en ese evento
patriótico. Ya con muchos de los tipos que suelen ver tenis en vivo
porque es de élite, aplaudiendo con respeto, sin representaciones
nacionales... Poder decir de una vez basta a esa otra cara de mi
moneda pasional. A usted.
No
digo que esté mal que no me conozca, sería ridículo, a su vez
espero que no malinterprete mis bromas sobre pagar mi cena en Basilea
(o donde elijamos), o mi hotel en Zagreb. Lo que digo que está mal y
por lo que digo basta es por mí. Quizás le puse razón a las
emociones y eso es un pecado para las pasiones deportivas, pero no me
dieron ganas de levantarme a verlo en los últimos torneos, no me dio
pena Messi cuando abandonó un ratito la selección, sabía que a Del
Potro no le daba lo mismo ganar ese trofeo, que era importante para
dedicárselo a todos los argentinos. Pero en gran parte lo hizo por
él, o por su familia, o por su ego, o lo que sea. Por toooodos
nosotros será sólo un poquito, y no pasa nada. Se me apagaron las
lágrimas, apreté todo el puño que pude en Croacia, y la verdad que
fue una sensación engrandecedora. Y muchos me dirán que la pasión
sigue ahí, que la reprimo... Qué se yo. Nunca fui a la cancha, no
hice viajes para verlo a usted ni a otro (a Rafa en el metro, pero no
cuenta. La T10 está tirada de precio, la T10 es la tarjeta de
transporte público de Barcelona Don Rogelio), sólo sé que la
pasión en algún torneo de tenis por TV o en la Copa América ya
casi no aparece. Si veo un partido es porque no tengo nada mejor que
hacer, y ni hablar que es imperioso que sea a una hora decente, y si
gana o pierde sinceramente me chupa un huevo. Sueno resentido pero no
sufro por las derrotas ni gozo con las victorias. Ya sé, en Zagreb
sí. Pero no siento deseos de revivir la experiencia, qué quiere que
le diga... Además aunque recuerdo con fiereza mi locura y mi fervor,
no tengo ganas de repetir esas sensaciones. Encuentro la idea un
tanto excesiva.
Sea
lo que sea me voy despidiendo de usted Don Rogelio, ya estará
enterado que pienso verlo pronto en algún torneo de su calendario.
No vaya a hacer eso de abandonar en segunda ronda, o directamente no
jugar y decir en conferencia de prensa que lo siente por los fans y
por la organización del torneo. Me avisa eh. Si es Madrid (que es
donde más cerca me queda) o Basilea (que Nacho tiene conocido allá
y capaz nos salvamos del hotel), no lo tenemos claro, pero usted
avise con tiempo si va tomando decisiones para ahorrar un pasaje al
pepe. Que a Croacia me
daba mucha curiosidad ir pero Madrid conzoco y Basilea tampoco me
vuela la cabeza, no se ofenda.
Ahí
ya me despido del todo, percibir el anonimato al verlo saludar con
esa caballerosidad Rolex a sus aficionados, sacudir la mano si pinta,
sino sonreír por haberlo visto pegar a la pelota, por haber
conseguido (Dios me oiga) un lugarcito cerca de su raqueta (con
picardía, no le voy a mentir, ya me imagino los precios de Suiza). Y
si la pasión se apagó del todo, que un poco me temo eso, sacarme al
fin la duda de si en vivo siento mejor el espectáculo (no lo sentí
con Rafa ni con el Challenger, la Davis tampoco, que me refiero a lo
meramente deportivo). Es que la verdad no soy de espectáculos en
vivo, recitales tampoco, ya le digo, ni la cancha de fútbol, pero
bueno... Lo veo y me vuelvo a la isla, sin sufrir, quizás queriendo
que gane sí, pero sin que pueda adueñarse siquiera de mis nervios,
lamentablemente por mis pasiones mermadas tampoco podrá adueñarse
de una gran alegría.
Voy
porque tengo una especie de manía por cerrar las cosas de cierta
manera, o a vaces simplemente por cerralras. No sé, por poner
algunos ejemplos, barnizando maderas me quedo sin barniz para una que
sé que no necesito, cuando ya barnicé como 20 y sólo me queda una
o dos... Entonces tengo que preparar más bicomponente, mezclar,
medir. No lo puedo controlar. No puedo comer milaneas con papas
fritas y que se me acaben antes las papas o la milanga,
una cosa para cada bocado... Menos para la escritura, que bien me
vendría ser cinturón negro en buenos finales (soy amateur como se
dará cuenta). Así con usted cierro con la analogía de su carrera y
de verlo por primera vez en vivo en lo que supongo será su último
Madrid o su último Basilea. Ahora, si se retira en 2018 o 2019 y
juega esos torneos y no fue ese que vi el último... También apunto
a que no me afecte, soy más fuerte que mis obsesiones. ¿Ve lo que
quiero decirle?. Quiero evolucionar en muchos aspectos... Y usted no
tiene nada que ver en eso. Retírsese cuando quiera.
No
quiero ni que Gaudio lea esto y se sonría, ni que usted... Bueh, que
para colmo hay que traducirla a alguno de los idiomas que domina (se
rió una vez del español en una entrevista de CNN). Sé muy bien que
es una carta hipotética, y que quizás no la lea más que mi amigo
Shimmy, que justo hoy me preguntó si la había escrito. Y yo
encantado de haberla escrito por él y por mí. Y en serio era chiste
que me da bronca que no sepa quienes somos, o que no me haya invitado
esa sidra con gusto a jarabe. Lo voy a ver jugar porque necesitaba un
remitente Don Rogelio... Jodita Rog, porque es un grande, pero cada
uno tiene que seguir por su lado.
PD
del 17/11/2019: Nunca lo vi en vivo al final, le dediqué el texto
que años después releo y me parece más que suficiente. Se quedó
sin nafta mi pasión Rogelio, le debo una...