Sacaba los libros a pasear como se lleva un collar de perlas. Tantos
planteos burlescos le llegaron desde su círculo, incluso cuando sólo él podía
destrabar la palabra “círculo” en ese contexto y divertirlos con delirio
filosófico.
Solía decir que uno no sabe a quién se puede cruzar y que la posibilidad (y la de perderla), de que le muevan a uno la mano que
tapa el título para corroborar que sí, que a ella (e-lla), también le pareció
de una prosa tan prolija que emocionaba; "ah, perdón", (podría sonrojarse ella) "¿por qué página vas?" "No, me muero si te arruino el final", "bueno, está bien, no
me muero, así muero no, pero quiero decir que mejor no digo más nada"." Celeste, me llamo Celeste". "Soy tan bipolar como el cielo, si".
Pero mejor ahondemos en el libro.
"¿Pero si vas hasta la panadería? ¿Por qué llevás el
libro?", le dice alguien que al parecer lo espía desde la ventana de enfrente, y
que sin explicación (coherente) le lee la mente ansiosa de azúcares e hidratos
de carbono; persona que sabe que son la misma cosa pero que no detecta el doble
sentido. Triple ahora.
“Puedo tener que esperar por algo”, responde. Y sin
necesidad de encasillarnos en la panadería, puede llegarle simplemente la
oferta: "¿Quiere esperar por algo señor? Cómo no, diga que traje mi libro, si, si
se-ño-ri-ta (guiñada), como veo que tendré que esperar esa cantidad de tiempo,
se lo puedo dejar después, si, se lo regalo. No, no le miento. Así es, soy un
personaje de un cuento. Pareciera que por la mitad; no, no es nada. Me siento
por allá, sí."
Puede tener que mostrárselo a alguien, porque las
casualidades, tan inoperantes ellas, lograron, entre otras cosas que alguien
cree los Reality Shows: "Me estás cargando, te llamás Jimi y tu apellido es
Vidal, ¿eso me decís? Tengo un libro acá en el cual un personaje se llama Jimi y el otro tiene por apellido Vidal. Ah, Gime Bidal sos vos. No, no dije “b
larga” porque es un cuento y se lee la v o la b, ¿ves? Si, me salió un versito.
No digas así, sos linda porque sos linda, este tipo escribió que sos linda
después de conocerte. Ah no, no sé con exactitud de dónde te conoce, creo que
tiene familiares Bidal en Berazategui."
Argumenta otras veces que el simple roce de las tapas
con los dedos lo hacen sentir seguro, “tenerlo conmigo” dice, y no agrega por
las dudas. Porque las dudas en este caso no existen, si duda, lee, que por algo
lo lleva.
No admite que hasta lo siente una mascota, que
necesita tomar aire como él. No es por vergüenza, es excéntrico para eso y para
mucho más. Arruinó, o podría haber arruinado un hermoso ejemplar de tapas
duras por arrastrarlo con un cinturón en plena calle Gorostidi, "¿qué hacés con
eso ahí?", le preguntaron mientras él contemplaba desairado su distracción. Ajadas
las tapas, tinta negra desparramada en el asfalto, florecidas varias hojas por
los costados… pero sí, tal vez quien encuentre el capítulo siete lo guarde de
recuerdo: "Mejor que doblar un dólar; no, no, suerte como se dice suerte, no creo que te traiga ni uno ni
otro. Sacar a pasear un libro, eso sí que no lo había visto nunca", remata el veterinario
antes de meterse otra vez en el local.
Curioso que no procure llevar (al menos no siempre) una lapicera entre las páginas setenta y setenta y uno, alega que la sensación
de las hojas arqueadas por el grosor del plástico (por lo general) no le resulta
agradable al tacto ni al transporte. Y así todo este cuento podría dar un giro
de los “por qué si” a los “por qué no”. Aunque no va a pasar: "No, porque no, no
es la idea. Si, ya sé que era más entretenido cuando hacía decir cosas al
personaje sin ser yo un personaje,
si, esto es como estar hablando solo. Sólo, solo. No, sigue sin ser divertido."
Hay libros, claro está, que se lucen más que otros,
como las luces blancas o las luces amarillas pueden entibiar o ensombrecer una sala.
También los libros pueden sorprender o corroborar un
gesto. Alguien alegre con “Crimen y castigo” abajo del brazo, saludando a
todos, incluso a los que conoce sólo de vista: "¿Otro ejemplo?, suena a relleno. Está bien, lo cuento como un ejemplo de vos, mi estimado personaje;
bueno, querido personaje. Me estás dando vuelta los roles, hace dos párrafos
te dije que no quería meterme de esa manera en esta historia. Historia en la
cual ibas tan campante con La Lentitud, enamorado de todo lo que te rodeaba,
se sorprendían de tu enajenada gratitud por las flores, por las palmeras o por
un Thimbú que apareció extraviado
(porque no podía estar más que extraviado) en el meollo del pueblo. El pobre
intentaba sin éxito trepar la pared de la crepería, y él sin saber cómo
ayudarlo (paso a la tercera persona, ¿lo ves?), porque son bichos pintorescos pero nada amigables, entonces no le
quedó más que darle aliento, con la paciencia trasmitiendo energía, o
viceversa. Y un enajenado que sale de la casa de al lado y lo abofetea con una
escoba dejándolo indefenso en medio de la calle. Pero era un nativo y ay quien
ose decirle algo, que también son bichos pintorescos pero nada amigables, y un buggy que no lo atropella de milagro (y
no es lugar común, de verdad de milagro), porque con una lucidez casi humana,
como si fuese esto un don, el animalito frenó un minimomento antes de que
la rueda lo aplaste. Y hago jurar a mi personaje, porque lo vi con sus ojos
(propios, sino de quién), lo vio, (mejor digo lo vio), al pobre Thimbú abriendo la boca y dando un grito
ante una muerte que se escapó por tan poco y que no se oyó por los alaridos
pavorosos de quienes mirábamos la escena, incluído el nativo que no hizo más
que mantener la ironía de la sonrisa. Reinició el Thimbú la huída hasta los escombros de la pizzería que construyen
(aún) los mismos dueños el restaurante italiano de la Rua du Céu. Qué lindo La Lentitud dijo con cara de alivio la camarera de
Caverna, y él asentó con la cabeza,
antes de que lo sobrepase la ironía.
Así son las cosas…
Suele andar con un libro en la mano, de frente o de
espalda, lo lleva porque uno nunca sabe. Si lo cruzan por ahí pueden
preguntarle lo que opina sobre el “círculo” social como concepto, es hilarante,
pero antes miren la tapa para leer el nombre del libro, no sea cosa que justo
esté paseando a Rayuela.
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