Me he sentado justo
detrás de la imposibilidad de nuestro cariño, me acompaña una
quietud que confunde, que premoniciona un tiempo tan estirado y
pegajoso como un chicle viejo.
Presencio otro amanecer
que pasa fugaz por el medio de la ventana, juego a adivinar las
horas, los momentos innecesarios de los demás. Quizás la silla ruge
un poco entre mis cavilaciones, pero yo no puedo administrarme, y
entiendo que de existir un camino yo no sabría avanzar, siendo esto
casi peor que no poder moverse.
Estoy sentado en esta
resistencia terca, preocupado porque lo que debería hacer para
ponerme de pie, me suena como un trabalenguas checo, me revienta los
ojos, me agobia. Sobre todo porque los esfuerzos más elementales
buscan energías entre mi tristeza revuelta, descalza, tristeza mal
condimentada, tristeza milimétrica.
No puedo alejarme de la
perfección hipócrita, de la sonrisa pausada, tampoco puedo
acercarme a los errores que fueron evidentes o a las lágrimas
recicladas. Estoy sentado en una idealización magnética que le
quita gravedad a mi cuerpo, que lo vacía. Y ahora, cuando la
claridad del día se atenúa, es el dolor más rancio el que me
garantiza que no debería haber tanta tragedia en la ausencia.
Mi vida en condicional se
cruza y se descruza de piernas, mientras un acto reflejo me obliga a
bostezar de cansancio manchado con pena. Ya la ventana me advierte
que otra vez el sol se va a despedir a secas.
Ya no sé si es
confortable, ya no sé si el respaldo de la silla es aquel último
abrazo de eternidad y de vísceras, me da igual saber cuál de las
patas desequilibra mi paciencia, porque la sensatez y la noción se
empujan y se marean, porque nuestras vidas deben devolver esa que era
mía, pero sin que la cuenta regresiva se reinicie cada vez que me
acomodo en tu risa.
El silencio de la noche
se resquebraja y empieza a temblar, ¿en qué momento llegué a este
rincón tan primitivo, tan bajas calorías?. No diferencio el ruido
de tus pasos con el eco de la lluvia, ni siquiera viéndola resbalar
por el vidrio, ni siquiera ante el suspiro convencido.