lunes, 22 de diciembre de 2014

Día Uno (Play: audio y texto)


Te llega la noticia cuando has perdido noción de la última vez que la viste, te llega alterada por la globalización. Porque desde un lugar intangible aparece una foto anónima, publicada en una red social. Las paredes te oprimen y la casa se hermetiza, caminás sin darte cuenta, entre descalzo y recién levantado, llorás dándole la bienvenida a la sorpresa, gritás contra tus manos, se te pasa, por primera vez en la vida algo te parece “increíble”. El dolor entró en tu cuerpo como un enjambre endiablado, y ese dolor es también semi-cíclico, se va de a ratos dejando de vigía a su sombra. Asumir, no entender. Llorás de nuevo, dios este dolor, si existieras, dios con minúsculas, te preguntás, te inventás cualquier respuesta, generalmente después de cada llanto fumás, no se te ocurre comer pero por la languidez quizás sea el mediodía. Hablar por teléfono, con nadie en particular, hablarle a un teléfono, podrías marcar de manera aleatoria, llorás desesperadamente otra vez, tu soledad se expande, o implosiona, volvés a sentir que el efecto del dolor no se va a pasar jamás, pero cuando se calman las lágrimas entendés que se va a pasar, y que cada vez que te ataque de nuevo vas a volver a pensar que no se va a pasar. Te duele un espacio preciso de la frente, debe haber un músculo facial que hace fuerza con el llanto, te duele al tacto, que la pérdida se manifieste físicamente te enoja, necesitás abrirte con las uñas el pecho y pegarle trompadas al alma. Mirar por la ventana apavorado de tanto mundo ahí afuera, sollozar, el aviso previo, es como un vómito, pensás en otra cosa, caminás otra vez sin el cuerpo, lavás unas toallas, el enjambre se altera de a poco, hacer algo mecánico, no se entiende si la realidad es otra o si te has extrapolado, las imágenes son ineludibles, ni en medio del tendedero se alejan, llanto como un jarrón que se cae desde el techo, esto no se va a pasar nunca, el cigarro, dónde dejaste el cigarro a la mitad, te apoyás en el marco de la puerta de la cocina, no alcanzás a encontrar el cigarro, das un alarido, abrazar el marco, una mano en la pared de afuera, una en la de adentro, no puede ser, de verdad no puede ser, el dolor extremo parece un columpio que quita el aire, quizás hay cosas que no deberías pensar en un tiempo, calculás: Música prohibida, fotos prohibidas, videos prohibidos, textos prohibidos, estás al tanto pero no importan las precauciones, la vida te da un paseo por los recuerdos. Llorar tanto deja una fatiga como arenosa, pensás en lo prohibido mientras el olor a las toallas limpias te parece repulsivo, sentís que estás respirando como en “b larga”, tragás agitado la saliva salada de hace un poquito. Te sentás en el sillón, te parás porque de repente estás de pie. Abrís la puerta, pero no podés salir, para qué y adónde, la cerrás, agarrarte la cabeza porque otra vez “no puede ser”, se viene de nuevo, apretar los puños y las mandíbulas, que no tienen más presión que esa, llanto de nuevo, esta vez frente a un espejo, y llanto de agarrarse la panza, verte abollado al lado del inodoro, y prometerte que podés pensar en otra cosa, es tan extrema la imagen que la suponés mirando, testigo de su ausencia y de tu dolor. El cansancio es como un desmayo necio, pero finalmente te quedás dormido en el baño, amanecés helado, sin saber cómo se empieza un duelo.


Ha pasado el primer día...



Revista Nomastique - Número 31 - "Ruido"


"Tantas" gracias a la gente de la Revista...

Fabián Ostropolsky - "Chasquido"

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jueves, 4 de diciembre de 2014

En off

Esto va a parecer mentira, y una mentira además absurda, pero la verdad muero por contarlo. Un poco en presente, otro en pasado, se me hace difícil coordinar...

Me despierto en un sofá, ¿si?, alto como soy, dícese me despierto incómodo, con dolor de cuello, con las piernas acalambradas. Sólo al abrir los ojos me entero que tengo resaca, e instintivamente los cierro de nuevo; después toso para ver en qué condiciones está la voz, esa especie de termómetro ronco del daño real. Pero justo detrás de mi gesto escucho un carraspeo de garganta que llega desde más adelante. Aquel sonido típico que más bien parece una llamada de atención, algo como: “ejem”, y ¿risas en off?.

Abro otra vez los ojos (en realidad abro uno, el derecho), y me encuentro a: Joey, Mónica, Chandler y Phoebe. Ross no estaba, no sé qué onda. Con Rachel enseguidita empiezo...

Hago un paneo acelerado de la escena, sin moverme mucho, y noto que el sofá en el que estoy... es el de la casa de Mónica Geller, sí, el maniático personaje de “Friends”.

Se veían más bien jóvenes, por lo cual deberíamos estar en la cuarta o en la quinta temporada. Definitivamente me he vuelto loco, pensé, o ¿estaría alucinando?... porque los sueños se sabe cuando son sueños. Paremos con la ridiculez de confundir los sueños con la realidad.

Yo a todo esto en silencio, demasiado perdido para decir algo. Joey es el primero que habla, dice “hello..oou” musicalizando la palabra en la versión más obvia de-qué-carajo hacés vos acá. Mi inglés zafa, pero no demasiado, aunque eso no era lo más preocupante, sino que después de que el tipo habló... confirmé que efectivamente, se escuchaban las risas en off. Pero el departamento era el violeta, entero, estaba la tele atrás de estos pibes, y entre nosotros la mesita de luz, y paredes, pero sobre todo no había cámaras ni gente filmando. Lo más extraño: Ellos  parecían no escuchar las risas en off. Mónica me dice que quién soy, y que qué “demonios” le hice a Rachel, risas en off.

Mi primera reacción fue la natural, un desconcierto aturdido. No le había hecho nada a nadie, pero la certeza de estar en un lugar físico me hacía suponer (¿por qué no?), que también podrían haber policías, golpes, denuncias, cárceles, qué se yo. Pero ahí se escuchó la voz de Rachel desde la habitación de la derecha, su voz “sana y salva” gritó algo como “¿está bueno?”. Is he cute preguntó en verdad. Risas en off y yo que le juro a los pibes que no sé como llegué ahí en un inglés de muy mal acento... Y me clavan a mí las risas en off. Digo “La putísima madre que lo parió”, y estos que se miran entre todos y Chandler que dice girándose, con su típica pausa entre el Did you go to... y el ...México last night: “¿Fuiste hasta … México anoche”, al unísono Phoebe que dice que sí soy cute, y más risas en off, Rachel que asoma media cabeza por la puerta con un “hi” suavecito, obvio, otras risas en off.

Me dieron muchas ganas de putear a Chandler por encasillador, pero por algún motivo me pareció ir demasiado lejos. Al parecer la pregunta de Mónica insinuaba que Rachel tampoco se acordaba de un carajo.

Mi cabeza daba mil vueltas, tenía gusto a animal muerto en la boca, me dolía la panza y me temblaba muchísimo un párpado, pero así y todo pedí que me diesen un café con leche. De huevo. Total, mi vida era una cagada y amanecí en aquel sofá porque... mal que mal, algo tuve que ver con Rachel. Se me quedaron mirando... “Por favor”, les supliqué, risas en off, aunque a eso no le encontré la gracia.

A todo esto, nada de decirles que eran todos personajes de una serie de televisión, que uno se llamaba Matt, que otro Matthew... Básicamente no tenía sentido. Menos garantizarles que yo era del futuro y que los conocía de mi adolescencia, yo estaba ahí (o al menos estaba convencido), no tenía ningún motivo para arruinarlo.

Bueno, al final me sientan en la mesa de la cocina con mi tazón de café con leche. Me rodean todos (de brazos cruzados, la misma postura con la que me despertaron) menos Rachel, que sigue en su cuarto, noto que me están mirando y alzo la vista con la boca pausada en el borde de la taza, risas en off, entonces Joey le dice a Rachel que puede venir mientras me agita un palo de amasar. Yo me asusté en serio, fue intimidador, a diferencia de lo que pueda mostrar la tele, yo tenía a un chabón amenazándome con un pedazo de madera. Sin dudas mi cara de cagaso garpó, risas en off.

La diosa sale de su escondite y creo que la amo, yo no sé cómo, pero estoy seguro de que ni la toqué la noche anterior. Se lo digo mientras se acerca y me golpeó la cabeza con la palma de la mano reprochándome por primera vez la amnesia, “Boludo”, agrego, risas en off. Phoebe dice que “emito sonidos graciosos”, más risas en off y otra vez por mi idioma. Empiezo a explicar que no me acuerdo de “anoche”, que no sé en dónde nos habíamos conocido exactamente, pero que yo había estado de bar en bar con dos amigos (tuve que crear esa pseudo-historia borrosa, en mi puta vida he pisado NY).

Rachel se agarra la cabeza por la resaca y se sienta enfrente mío, con su propio tazón de café, mientras yo pido que me indiquen dónde está el baño (sabía que estaba a la vueltita, atrás de la heladera). Así los dejé hablando vaya a saber de qué, sé que cada tanto sonaban más risas en off. Ya enfrente del espejo del tocador empecé a calmarme (mucho olor a lavandina, y a lavanda, y a pino e incluso a farmacia). Procuré olvidarme de Mónica y de sus mambos y me dije: “Dale boludo es Rachel, ¡pensá mierda!”. Sabía que ahí estaba a salvo, pero también que no tenía demasiado tiempo, la atención seguía en la sala, y si la escena se trasladaba a mi demora, también lo harían las risas. Entonces supuse: Que si salía como arrepentido, y la daba de buen tipo, cariñoso, y decía un par de tonteras convencionalmente atinadas, si pedía después disculpas por todo lo que había pasado, y saludaba para irme... 

Me alenté, mirándome, pegado al espejo. Respiré hondo, y salí del baño.

Mónica me pregunta si vomité en el lavamanos, risas en off, tenía que ser rápido y hacerme el gracioso, pero dentro de los clichés, “no, pero gracias por preguntar” fue lo primero que se me ocurrió, risas en off. Ahí nomás solté el discurso: “no soy una mala persona”, me escuchaba y me daba asco, pero sabía que ese era el camino, “y vos parecés una chica encantadora. Lástima que no pueda recordar si... aunque sea si... te tomé de la mano”, Phoebe pone carita de “ooouh” y hay una leve risa en off (excelente noticia). “Espero que nuestros subconscientes hayan pasado un buen momento”, agrego, risa en off, y aunque no tenía dudas de que era un sorete cursi, en inglés todo eso no sonó tan mal. “Gracias por el café” y me encaminé hacia la puerta, ahí nomás percibí que algo cuchicheaba Mónica... y Rachel que suelta, como un milagro minimalista, un tímido “wait”. Casi me desmayo por las palpitaciones.

“Entonces”, arranca ella, “no sos un violador, ¿verdad?” risas en off. Pongo sonrisa de medio lado y suelto el “no” muy a lo campeón, casi como un suspiro. “Además amanecí en el sofá ¿no?”. Risas en off y Joey que baja las comisuras agitando la cabeza a lo Joey, más risas en off. “¿Qué hay de otro café? No te puede haber alcanzado con uno solo... ¡A mí no me alcanzó!”, dice Rachel, risas en off y yo que le digo que sí (dije “i'd love to”, y ella dijo “It didnt” cuando aclaró que no le alcanzó con un café para despertarse. En serio, en inglés es todo más gracioso).

En fin, abrió la puerta violeta sin mirar a los amigos. Yo sí los saludé y por las caras que pusieron, debíamos estar en la época en que a Rachel no le importaba nada, que destilaba libertad, esa época en que Ross estaba por casarse con la inglesa aquella. Me chupaba un huevo... El tema era atravesar el umbral y que las risas se siguiesen escuchando en el departamento. Entonces vi el otro, justo enfrente: El de Joey y Chandler. Y efectivamente, se seguían escuchando algunas risas atrás de la puerta que se cerraba. Me dijo si no prefería entrar, agitando el llavero. “Dios y la Virgen”, pensé yo, sorprendido por el semblante de Rachel, con una concupiscencia que salía del personaje. Ni siquiera pude decir que sí, moví un poco la cabeza y ella se dio vuelta. En cuanto puso la llave en el picaporte tuve que taparme la boca para no gritar, también se me frunció el culo, en una especie de erección extrema y al revés.

Después los habrá visto a los otros, les habrá contado lo que pasó conmigo, quizás pudo haber horror (uno gracioso, por parte de Mónica), tal vez hubo un “yeah girl” por parte de Joey queriendo chocarle los cinco, qué carajo me importa.

Total ahí estaba yo, viendo como Rachel se sacaba la ropa en la puerta del cuarto de Chandler. Me dio miedo que pudiera hacer un chiste tipo “Total... Chandler no lo usa nunca”, pero no lo hizo. 

Ya casi desnudos, a salvo de los chistes, llegaban desde el otro lado de la puerta, casi inaudibles... más risas en off.