miércoles, 19 de febrero de 2014
“Me puse la pasión al revés”. por Fabián Ostropolsky - Revista Crepúsculo - Nº 24 PASIÓN
“Me puse la pasión al revés”. por Fabián Ostropolsky - Revista Crepúsculo - Nº 24 PASIÓN
O bien...
Fundación Tres Pinos - "Me puse la pasión al revés"
viernes, 7 de febrero de 2014
Anfibio
Es difícil, mostrame dónde
van mis pasos, dónde pongo los pies, cuál va primero, y si no es mucha molestia decime que es verdad, que todo el conjunto
es mío. No me acuerdo cómo se descifra una mirada con errores de ortografía,
cómo se acentúa una caricia. No, no me hago el que no veo, es difícil ser
anfibio.
En el camino te describo el
río que desembocaba en algún lado, que me llevaba a los golpes. Primero perdí
la puerta avejentada en la que me iba meciendo, después las llaves de la
expresión, la ropa, un zapato chico, la cadenita simil plata. Y poco a poco el
aire, con la respiración inquieta por no recibir nada a cambio en el descenso.
Vamos con cautela, de a poco
parece que avanzamos.
Quiero convertirme en lo que
aprenda de esta noche escondida. Quiero confiar en tu boca, porque si entiende que no
tengo otra opción que empezar de nuevo quizás me alise la piel, quizás me roce
la frente. Puedo ponerte un saco y que parezca un abrazo, molestar a tu pelo,
contarte este cuento. Esclarecer por qué la gente llora, aprender que con tus
pies no hay que meterse, que el sol te seca tantas cosas. Sí, claro. Sin
olvidar que el protocolo es una idiotez de juguete.
Si el tiempo puede poseerse,
si el futuro no te amedrenta, te prometo que no te hago más promesas.
Te hablo. Un día el río estuvo
a punto de darme otra puerta, otro zapato, o una rama sujetada a las raíces de
tus canas venideras.
Estoy casi seguro, puedo
salvarme, puedo hablar sin obligarte a mirar por la cerradura, puedo ser
sincero. Un minuto dame, sé que dejé mis miedos por acá cerca, tanto como sé que
no alcanza con tocar mis bolsillos y dar vueltas. Si esta vez los encuentro los detallo en ese pizarrón gigante que hay en tu pieza. Ya sé, prometí no
hacerte promesas.
Debería relatar mal este
verso con la franqueza como media res, desde el río hasta el fondo de mi caja
hueca: Siempre-quise-mal.
Al poco tiempo las estrellas
y el olor a tierra me distienden, te cuento entonces sobre el acecho de una
pesadilla, no sin antes pedirte perdón por la rima: Ibas sollozando en una
silla, a flote por ese mismo río, con los pies ahogados hasta la mitad de tus
piernas. Yo te veía venir, pasar y alejarte a contramano en el vaivén de la
corriente. Tu dirección era perversa y absurda, en pronunciada subida, con la fiereza
del agua salpicando tu falda. La imagen delineaba un círculo, pasabas
muchísimas veces, sentadita con postura de castigo, ¡qué tenaz fue el ahogo, el
desconocer por qué no me veías! En cada repetición pasabas-muy-cerca, y yo con tu
nombre, gritando sin que mi voz se dé cuenta. Otra vez, y otra...
Sigo al lado tuyo, al
principio, al final. Nuestros hombros se pegotean, me repetís que sí, que esos
son mis pasos, un pie primero, cuidado, después el otro. Me mirás por última
vez con una intachable caricia de incógnita. Se disuelven nuestros brazos, nos
sorprende la vera del río. El agua de nuevo... miro el agua, te miro, miro el
agua, te miro, al final entro sin que me importe la palabra “fría”. El torrente
se impacientaba, preciso. Ya te habías ido cuando a lo lejos entendí que sólo podía
saludarte, pero por las dudas agité con suavidad una mano, que al poco tiempo
bajó derrotada. Ni puerta, ni rama, ni llaves, me fui esta vez desarmado, mitad
flotando, mitad vacío.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)