martes, 24 de diciembre de 2013

La trenza

Días, que sin darse cuenta acumulan meses, que poco a poco se agrupan y levantan armas.

Te sigo ofreciendo mi mente fatigada, hay una trenza un tanto cursi en mi nuca, trenza que de haberse forjado bajo el odio sería tal vez menos patética.

No sé desde dónde se me impone esta suerte de círculo, esta renovada voluntad para que me expliques desde la almohada los motivos, otros motivos sensatos por los cuales no fue posible quererte.

Porque no-fue-posible, y los días y los meses, rara vez lo recuerdan.

Una señora pasea por la playa recogiendo basura (no reciclable), un niño no asimila que la arena juguestible es infinita y casi se desmorona de la alegría, las nubes trepan desde el mar con la ilusión de llegar al sol. Y aunque yo estoy solo, por suerte hay mucha gente alrededor que parece contenta.

Así tu risa aparece como una foto, sin el ruido de esa risa ni los movimientos de tu cuerpo. Yo me pregunto de golpe si aparecés al menos una vez por día…De inmediato lo confirmo y siento un poco de miedo, sin susto, (el cual suele ser repentino). El miedo de no haberte sabido olvidar repta, es como una serpiente invisible que no me quiere contar lo que planea.

Hace mucho que no hablo de vos, caducó el desamor que sangra, tampoco espero a que me escribas, desapareció el pesar físico y suelo olvidar que no estás cerca. Pero no me desconcierto ni pretendo mentirme con esa enumeración, ya no me anega una ficticia realidad, al parecer sos una especie de proveedor simpático que sabe cobrar sin que lo muerdan.

Soy entonces dueño de un cierto orden racional, sé que no me cruzo por tu cabeza ni una vez por ómnibus, que no recreo escenarios absurdos donde me extrañes, que no me desvelo por vos. Pero de todas formas me desvelo. Me parece que la trenza es siniestra y a la vez prolija.

Alejo mi pulso del texto y alzo la vista, el niño sigue jugando y yo lo observo con ojos dañados por la adultez, quiero explicarle el concepto de inacababilidad en una metáfora evidente y ridícula.

Tus besos no se presentan ni ácidos ni insoportables, tus manos ni cándidas ni peligrosas, tu piel no es diferente de otra piel, hasta podría parecerse a la mía. Quizás la trenza se asemeja un poco al agua, sin olor, sabor, ni color, aunque traducida en gotas sea capaz de agujerear hasta la niebla.

La claridad con la que se me presentan estas ideas es tremenda, pero se le cuela la sensación de que escribo con la posibilidad de que lo leas y me hace reír. Río en serio, imagino tu lógica sorpresa, “pero… no, cómo”. “Sí, es para vos”.

No me importa a quién tenés escuchando una historia sobre tu perro, que compraste, o tal vez adoptaste. O quién pueda estar a tu lado con la respiración acompasada, da igual que estés frágil por un problema nimio sin encontrar paz en la siesta, a quién le acaricies la espalda agradecida por que haya nacido un día, resoplando el problema mientras sos testigo de su descanso. La imagen no es inverosímil, asimismo puedo apreciar el alivio en la caricia sin que me duela. Esa es tu posible armonía de hoy o de ayer, nada tiene que ver conmigo, yo poseo la trenza y esta presión inconsistente bajo la tinta de mi mano, y esa presión nada-tiene-que-ver con el perfume de tu amante en la cama.

Fue la vertiginosidad, no pude barajar las diferentes maneras de querer en serio, hubo un solo escalón entre un abrazo de bienvenida y entre una confusa sugerencia para que no vuelva.

Así la trenza mantiene la calma, a pesar del ruido que hizo la puerta, porque al estar tan convencido de que nunca movimos el mundo hacia el mismo lado no siento rencor. No tuve dudas que desoldar ni conclusiones rastreras; mi enojo no nació del desamor sino de los cientos de frascos de mermelada que me sobraron, todos con sabor a poco tiempo.

Pero como no es posible prestar una trenza, ni sentir la tensión del cuero cabelludo cuando se forja, imagino que puede haber otra trenza en una nuca impensada. No fuiste culpable, no hubo malicia, pero-el-que-no-te-quieran se siente cómodo donde está, los días lo saben y los meses lo cuentan.